SOY UN
EXTRAÑO EN MI PUEBLO.
Cúa no es una isla, ni está en globo de cristal, si el país es un desastre, no podemos esperar que este pueblo tuyero sea diferente.
El desarraigo es nuestro mal.
No es
nada grato para mi caminar por el centro de la población de Cúa, siento una
rara sensación de estar en un lugar desconocido, no conozco a nadie, una masa
que trafica en un ir y venir, en una búsqueda de un bienestar que no existe
desde hace mucho tiempo, la gente se mueve al compás de la llegada de los
camiones que pueden traer algo de comida, el tema de conversación es el precio
del queso blanco, la ausencia de la azúcar, lo inútil que es buscar un kilo de
carne, una medicina o se habla de la falta de efectivo, del colapso de los
puntos de venta, del hampa que domina las calles.
Las
colas del banco, de Farmatodo,, en los comercios de los chinos, la vida se
mueve en función de un desespero por encontrar algo que llevar a casa, las
calles llenas de la informalidad, de las bolsas de basura que pasan semanas sin
recoger. No sé cuándo no convertimos en estas cuatro cuadras de miserias
concentradas, de esperanzas perdidas, de rostros tristes, de cuerpos flacos del
hambre, de gente aterrorizada por los delincuentes. La vida en Cúa solo se hace
dentro de la casa, perdimos las calles, los espacios, las plazas. Esa no es la
Cúa que yo conocí, la que me enseñaron a amar mis padres, la Cúa a la que
dedico mis crónicas con sabor a la añoranza, aquella de las anécdotas, de los
amigos, todo se acabó. se diluyó y viene a mi mente unas estrofas de aquella
canción de la salsa, de esa música caribeña que se hizo cueña en los años 70 ,
la canción “Juanito Alimaña” les cae como anillo al dedo:
“La
calle es una selva de cemento / y de fieras salvajes, cómo no / ya no hay quién
salga loco de contento / dondequiera te espera lo peor”.
Hay
que ver la realidad aquella Cúa murió y no por muerte natural, dejó de ser un
pueblo amable y sencillo para transformarse en caos, en infierno, sus calles en
las noches solas, pero con una soledad de terror, de miedo al atraco, al
asalto, al secuestro, la intimidad del hogar es violada por bandas de
delincuentes que hasta ayer eran niños que uno veía pasar para el colegio, hoy
la sociedad los hizo delincuentes. No es fácil vivir en nuestros pueblos, se
sobrevive pero se tiene la esperanza y la seguridad que tendrán´ que venir
tiempos mejores, estoy seguro que esto no es más que un paréntesis, un
accidente en la vida de nuestro pueblo.
Realmente me da tristeza como se a destruido este hermoso pueblo Tuyero, recuerdo cuando llegue aquí hace 33 años , me perdí en la plaza Bolívar , iba para la Vega , la gente era amable y cordial, , el clima era cálido de día y de noche fresco , hasta eso cambio , se debe a la tal y quem de las áreas verdes , para darle entrada a las urbanizaciones que ahora existen , pero cuanto daría por que volvieran esos tiempos
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