LLEGÓ DICIEMBRE


CUANDO SE DESTRUYEN LAS TRADICIONES SE MATA LA ESENCIA DE UN PUEBLO.



¿La navidad está muerta?

No se siente el ambiente navideño, la decoración navideña, las luces desaparecieron, la crisis económica  nos arropa, el "regalo" de tener la hiperinflación más alta del mundo, no hay plata, no alcanza para nada, parece que la navidad y su espíritu festivo  también fue expropiado, no hay mucho que celebrar.

¿Feliz Navidad? ¿Próspero Año Nuevo? 
Qué difícil es hoy decir estas palabras en Venezuela.


El regalo del régimen en el 2017 fue empobrecer a millones de venezolanos que no tienen ni para comer decentemente. Millones de niños no podrán recibir su tradicional regalo, se pretende sustituir una tradición con una miserable caja que se le entrega a quienes se arrodillan y presentan como eunucos su carnet de la patria .Se mató la tradición, lo que no pudo hacer Boves, ni la Guerra Federal, ni todas revueltas que hemos padecido en nuestra historia lo hizo la revolución del siglo XXI, la peste roja.
 Esta tragedia es un paréntesis en nuestra vida y tenemos que tener la seguridad y luchar para  que las próximas navidades las celebraremos en libertad. 


 ¿Cómo eran  nuestras navidades?
Serán un recuerdo alegre o una razón más para nuestra lucha.
Tienen tanto poder sobre nuestras vidas porque los hemos dejado hacer lo que quieren sin limitaciones.


Crónica de ayer.
Llegó diciembre el mes más hermoso del año, hay algo diferente en estos días, es la alegría de compartir con la familia, del intercambio de regalos, de asumir la tradición haciendo hallacas, pan de jamón, pernil al horno, ensalada de gallina y dulce de lechosa. El mes en que llega el niño Jesús, Santa como dicen hoy, la alegría de cobrar el bono navideño para cubrir cualquier necesidad, un arreglo de la casa, un electrodoméstico, un celular . La nochebuena, el treinta uno, el feliz año,la canción "faltan cinco pa las doce", las parrandas navideñas, los aguinaldos, las gaitas, el placer de vivir y compartir el nacimiento de Jesús.


Aquellos diciembres amables en nuestra sencilla vida familiar, eran momentos de verdadera felicidad compartiendo con la familia, intercambiando con los vecinos, en una sana competencia para escoger cual era la más sabrosa hallaca o el mejor dulce de lechoza. La hallaca se hacía el 24 de diciembre, todas las casas le daban a nuestro pueblo ese rico aroma de la hallaca hecha con leña y ese olor inconfundible de la canela y el clavo de olor con la lechoza verde. Para hacer la hallacas se encargaban las hojas de plátano, se compraban las tres carnes infaltables en la hallaca tuyera. Carne de res, carne de marrano y la gallina criolla. Era el caldo de gallina el gran secreto del guiso, esa combinación perfecta entre todos los sabores, sin el predominio de ninguno. Sal, dulce, ácido y picante, la magia que daba ese sello tan familiar y personal a cada hallaca, podían ser los mismos ingredientes, pero en cada familia le daban aquella marca indeleble que obligaba con orgullo a la clásica afirmación. “La mejor hallaca es la de mi mamá”.
Encuentro de cueños.

 Elaborar las hallacas era parte de la fiesta, toda la familia participaba con gran cariño y emoción, unos recogían la leña, otros picaban y ordenaban los ingredientes, el padre puede que jamás entrara a la cocina, pero el 24 era el maestro de ceremonia que le daba al guiso su gran secreto atesorado por generaciones. Entre los ingredientes las alcaparras, las aceitunas, los encurtidos, el fino toque de dulce con el papelón y el vino “Sagrada Familia” y las pasitas, algunos le ponían huevos, jamón planchado, pasas gigantes, esas hallacas se marcaban para evitar confusiones. Al final de todo el proceso de elaboración se hacía un acto de pura magia, con los restos de se elaboraban los famosos bollos, a los cuales se daba un acento mayor en el dulce y el picante que los hacía maravillosos.

No se compraban pinos canadienses, se acomoda un chamizo como árbol de navidad y a sus pies tenía un humilde pero muy bello Pesebre a Nacimiento, donde la parranda del barrio llegaba a cantar los tradicionales aguinaldos con cuatro, charrasca, furruco y tambora. a cambio de palitos de ron o aguardiente.
 Esa fiesta de unión familiar concluía con la gran cena y el intercambio de sencillos regalos para los mayores pues los niños en su inocencia se tenían que acostar temprano para que el “Niño Jesús” le trajera sus regalos solicitados en la tradicional carta que todos los niños hacían y que obligaba a los padres a buscar los “churupos” para complacer las peticiones de sus hijos.
La misa de Navidad era de carácter obligatorio para cerrar la conmemoración del nacimiento del “Niño Jesús”.
Todo cambia, nada es igual, pero yo prefiero la sencillez, el calor y el amor de aquellos años que se nos fueron.

                                         La gaita como protesta es una tradición
                              "Gracias señor gobierno" Con los Cardenales del Éxito


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