El jamón planchado y queso holandés,¿ Dónde están?.



                      Recuerdos gastronómicos.

Nuestra memoria gustativa se pierde en la maraña de los años, sobre todo hoy donde el placer del buen yantar no es más que un recuerdo en una sociedad donde apenas se medio come para sobrevivir.
 Hay recuerdos gastronómicos que este estado de pobreza generalizado son casi una ofensa y mantenerse por largo tiempo la escasez y la miseria todo lo bueno de la vida solo será una remembranza muy lejana.
Aquella Venezuela de mediados del siglo pasado donde las costumbres del campo de los pueblos se mantenían, por ejemplo el sancocho de gallina criolla dominguero era infaltable en la casa y los muchachos no peleábamos por un huesito de la pechuga de la gallina que jalábamos entre dos hasta que partía y quien quedaba con el hueso y la coyuntura ganaba, una competencia impensable hoy , donde cuesta mucho encontrar gallinas criollas y ese huesito parece que no existe en razas que hoy se comercializan.

 El Tuy producía miles de gallinas criollas que se consumían en la capital, era todo un espectáculo ver aquellos autobuses y camiones carboneros llegar a El Valle cargados de gallinas, todas amarradas una vara para su venta de casa en casa o el mercado libre que quedaba frente al cine Roxy.

La comida se amoldaba al calendario cada fiesta tenía su alimentación por ejemplo en Semana Santa el pescado, generalmente salado, cuya preparación dependía de la experiencia culinaria de cada ama de casa, generalmente guisado, había un producto importado que llegaba a todos los hogares aún los más pobres era en salmón rosado en lata importado de EE. UU o Canadá criollizado se comía con arepas y las llamaban “lapa”, incluso con ese nombre se vendían en los alrededores del templo.
El venezolano siempre ha comido queso especialmente el queso llanero duro y bajo de sal, el queso de mano, pero las familias venezolanas se podían dar un lujo sin mayores problemas, no era raro y formaba parte de la cotidianidad comer queso amarillo importado, el cual tenía su origen en Holanda con el nombre de Edam y Gouda. Era un manjar común y corriente, el cual quedó como tradición en la arepa y el sándwich, incluso tenemos una arepa rellena que llaman” Peluda” cuyo relleno es queso amarillo y carne “mechada”.

 Entre las muchas delicias que un dólar barato permitía hay una con abolengo desde el siglo XIX importada de EE. UU, específicamente de Nevada, me refiero a un tipo de jamón conocido con el nombre de “Jamón Planchado” con la marca Ferris. Hoy cuando pasamos por una Charcutería y vemos unas pelotas que llaman jamón planchado cubiertas con piñas viene a mi memoria aquellos jamones que compraba mi papá para vender unas sabrosas arepas y panes rellenos en su negocio ubicado en la recién construida avenida Nueva Granada.

 Mi madre se ocupaba de la labor de acondicionar el jamón, el cual venía envuelto en una tela rústica que llamaban coleto. Era un hermoso jamón precocido con su hueso, un pernil, aunque muy diferente al jamón curado español o jamón serrano. Se tenía una lata de las que llamaban mantequera, el jamón se lavaba y secaba, la lata se llenaba de agua hasta la mitad, se le colocaba sal gruesa, unas hojas de laurel y unos granos de pimienta guyabita, se tapaba y se deja hervir, con un tenedor largo se trinchaba para saber si estaba bien cocido. Se sacaba de la lata mantequera y se dejaba reposar. Con un cuchillo largo y muy afilado se le quitaba la piel grasosa, la cual se usaba para los granos, al igual que hueso que quedaba, después del consumo.

 Así se preparaba ese auténtico jamón planchado cuyo sabor nada tiene que ver los jamones indsutrializados de hoy que llaman planchados. Su marca era Ferris y venía de USA, a fínales de los años 50 se instaló una fábrica en los valles altos de Carabobo , la cual funcionó hasta mediados de los años 60.
Ese jamón planchado original que dio origen al famoso pan de jamón venezolano desapareció, quienes tuvimos la dicha de probarlo lo recordamos como una rareza de una Venezuela feliz, donde ser pobre no significa hambre. Una arepa o un pan con jamón planchado valía un bolívar y era un lujo que cualquiera se podía dar. En la mesa navideña además de hallaca, de los bollos, de la ensalada de gallina, estaba presente el rico jamón planchado, también en algunas familias se acostumbraba a colocar pedacitos de jamón como adornos para la hallaca.


 Espero que esta grata y gentil crónica sea del agrado de los lectores y le motive en la búsqueda de esos sabores que forman parte de nuestra memoria gustativa.

Comentarios

  1. Buen día a quien corresponda, ya para este tiempo el señor cronista Manuel monasterio ya está en el otro plano, por lo que quiero ver si alguien tiene el seguimiento de este blog, porque quiero incorporar esta fabulosa crónica en un escrito de la pagina web de la escuela. Saludos,

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