Las diversiones y juegos de ayer.

LOS ENTRETENIMIENTOS Y DIVERSIONES DE AYER.

En Venezuela existen diversos juegos y juguetes tradicionales producto de la mezcla de influencias que actuaron sobre la formación de la cultura criolla de este país.
Entre los juguetes más populares se cuentan la perinola, el yo-yo, el gurrufío, el trompo, las metras o pichas, la zaranda y el papagayo, así como las muñecas de trapo. En el grupo de los juegos destacan la popular carrera de sacos, las rondas, saltar la cuerda, la candelita y el palito mantequillero.

No todo pasado fue mejor, sin embargo, hay añoranzas que nos hacen pensar que aquel pasado ingenuo, sin los adelantos tecnológicos de hoy, sin los celulares, las Tablet, todo ese mundo absorbente de la pantalla digital, de los juegos diseñados por “genios”, crean un mundo inexistente y convierte en adictos a millones, especialmente de niños y jóvenes que no pueden entender que la vida es algo más que un celular. Ese pasado rústico, por lo menos en lo humano y los valores fue mejor.
 Es cierto que uno de eso juegos que entretienen a niños, adolescentes y adultos hoy son muy atractivos, pero no saben lo que se pierden los que nunca ha jugado una partida de metras criollas, los que no saben bailar un trompo en la uña, los que jamás han fabricado una cometa o un papagayo y le han colocado una” Gillette” en la cola. Lo que significa jugar “Librado”, la “R”, “Policías y ladrones” el “escondido” o el “palito mantequillero”. O las niñas con sus juegos de ronda, su rayuela, sus adivinanzas y cantos.

 Eran juegos tradicionales que nos venían de generación en generación, éramos felices y usábamos la creatividad, corríamos, no bañábamos en los ríos, cuando llegaba la cosecha de mango era una fiesta, aunque no diera “mayo”.
Cuando venía la cosecha de maíz se disfrutaba recogiendo jojotos, pelándolos y moliendo para hacer la cachapa o la mazamorra, esa era una diversión.
Cuando llegaban las fiestas patronales del pueblo las diversiones eran especiales, la rueda mecánica, los carruseles popularmente llamados “caballitos”, los “carritos chocones”, un bolívar nos costaba 20 minutos disfrutando de aquellos aparatos mecánicos. También había los esparcimientos y habilidades como ensartar un anillo en el cuello de una botella, las apuestas en las rústicas ruletas de animalitos que colocaban en los alrededores de la plaza. Para los más grandes el juego de blanco y negro y siempre la asistencia a los toros coleados en las tardes, no en la noche, la retreta en la plaza y el baile con conjunto o una buena orquesta en las calles o en la plaza.

Era un ambiente sano, nadie sabía de la existencia de drogas, no se conocía el malandraje de hoy, había respeto, de vez en cuando una pelea por exceso de alcohol. En esas fiestas no faltaban los buhoneros con sus baratijas, las fritangas callejeras, los vendedores de algodón de azúcar en colores. Unos periquitos australianos que adivinaban el futuro y los fotógrafos con sus cámaras de cajón
 Para esas fiestas patronales, para “Pascuas” como se le decía a la Navidad o para la Semana Mayor era obligatorio estrenar ropas y zapatos, los cuales eran suministrados por el “turco”, quien pasaba todos los lunes para cobrar su cuota de 5, 8 o 10 Bs de acuerdo al monto de lo fiado por el “marchante”.
 Ya en aquellos años la radio era un gran entretenimiento, la televisión empezaba, pero se veían más rayas y lloviznas que imágenes, el cine con su matiné, su vermut dominical y las series de los viernes eran centro de nuestra atracción. 

Las diversiones cambian con los años, tal vez uno sienta predilección por un pasado que nos llena de recuerdos, pero personalmente creo que la realidad virtual jamás podrá ocupar el espacio que dejaron aquellos juegos y diversiones de ayer.
 No significa rechazar las nuevas tecnologías, pero abrir un espacio para la tradición es una responsabilidad del hogar y de la escuela, los niños también deben aprender las que fueron diversiones de padres y abuelos, compartir y levantar la cabeza más allá del celular y la Tablet.
La represa de Marín, río Tuy balneario de los años 40 y 50



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