EL ÚLTIMO FABRICANTE DE URNAS QUE TUVO CÚA.
Por la calle
que conduce a Lecumberry y a rampa de la Resbalosa se sentía el olor penetrante
que producían las maderas baratas que utilizaba Don Rafael Gamarra para
fabricar sus urnas, el viejo caserón que albergaba la carpintería había servido
de cuartel y hospital en el último alzamiento del coronel Argimiro Gamarra
padre del experto carpintero. El enorme portón de doble hoja de la casa tenía
las marcas de los machetazos y balazos de la escaramuza 1892, cuando la
vivienda del coronel sirvió de refugio a más 100 cueños que huían del
vandalismo y el saqueo de las tropas del mochismo.
La urna
estaba terminada, la colocó en la sala de daba a la calle, quería que todos
admiraran la urna más bonita que había hecho en el medio siglo que llevaba como
carpintero en la población de Cúa, aquella mañana empezó la romería muy
temprano para ver aquella caja de madera barata. Ese día se formó un tumulto de
gente, todos querían ver la urna, les llamaba la atención que por primera vez
se le colocaba a la urna un vidrio por el cual se podía ver la cara del
difunto. Antoñito el hijo menor de Don Rafael se dio cuenta que el interés de
la gente por la urna podía generar un nuevo negocio.
___Papá te
tengo que decir una cosa importante.
Le dijo
Antoñito a Don Rafael, armándose de valor se atrevió a llamar la atención del
viejo cascarrabias, cuya única alegría se manifestaba cuando terminaba de
fabricar sus urnas, sentía una infinita alegría que le llevaba incluso a
celebrar tomándose un trago de su aguardiente favorito llamado malagueta, hecho
con las hojas de un árbol cuyas hojas tienen un profundo olor a mentol.
__Qué me
quieres decir Antoñito, ojalá que no sea otra locura como del año pasado cuando
afirmaste que el mejor negocio del futuro era comprar un carro Ford para llevar
pasajeros a Caracas, que locura, no hay ni caminos y quien se va arriesgar a
montar en un aparataje que corre como un potro desbocado.
__No papá
quiero comprar cámara que llaman Polaroid, es lo último que ha llegado al
Almacén Americano en Caracas, según me dijo Don Félix Flores que la vio, toma
las fotos y las revela al mismo tiempo y su precio no es tan caro.
__Y para qué carajo quieres tu ese aparato?
___Para
tomarle fotos a los muertos.
__Cómo es la
vaina, tú te volviste loco Antoñito.
__Mira papá yo he visto que la mayoría de los
dolientes cuando ven al difunto por el vidrio que tú le pusiste a las urnas se
quedan lelos y dicen quedó igualito, siempre lo recordaré así, fíjate que la
Funeraria “La Coromoto” que montó el señor Gustavo Delgado en la calle Zamora no ha
podido contigo porque las urnas de ellos no tienen vidrios.
__Y qué
haría con la foto del difunto
La montaría
en una cañuelitas de madera con un vidrio y la comprarían todos para tener el
recuerdo para siempre.
___No es una idea tan mala y cuánto vale esa
cámara.
___ 100 Bs y
cada foto sale por un real y vendería la foto con su cañuela en 10 Bs. con diez
muertos puedo recuperar la inversión.
___Bueno ese
negocio suena bien, creo lo podemos hacer.
Fue así como Antoñito apartó un puesto en el carro
de Félix Flores para ir a Caracas para comprar la Cámara Polaroid. Llegó al Almacén
Americano, el cual estaba ubicado entre las esquinas de la Palma y Pajaritos
frente al Teatro Nacional, le dieron una sencilla explicación y compró la
cámara, la cual estaba garantizada por un año, por mal funcionamiento, no por
golpes o mal uso. Además, compró cincuenta rollos para hacer la foto.
De regreso
en Cúa se preparó para iniciar el negocio, aquella semana, empezando el lunes
murió Tobías García quien vivía por la Calichosa Antoñito le pide autorización
a la viuda para tomarle la foto al muerto, quien se encontraba con un pañuelo
para que no se abriera la boca, se dijo hay que quitarle ese pañuelo parece una
vieja, así lo hizo, incluso peinó un poco al difunto, cuadró su cámara, se
montó en una silla, haciendo equilibrio le tomó la foto, tuvo que sacar el
muerto al patio de la casa porque esa cámara no tenía Flash, lo hizo, toda la
familia le rodeaba, los vecinos y amigos
que había venido al velorio. Cuando se dispuso al revelado todos los concurrentes
al acto, estaban tan concentrados como quien espera un milagro o un acto de
magia. Antoñito sigue las instrucciones al pie de la letra, le vuelta a la
manecilla, deja pasar unos minutos, la termina de sacar y sorpresa, milagro
despegó un papel y apareció la foto del señor Tobías, parecía, lo que era un
muerto con los ojos cerrado, pero la gente hizo cola para ver aquella foto,
pues era la primera vez que alguien se había ocurrido a tomarle una foto a un
muerto en su urna. La Viuda le dijo__Antoñito quedó igualito, increíble. ¿Me la
vendes? Claro doña por 10 Bs se la entrego montada y todo.
Aquel día
Antoñito entraba en el mundo empresarial de los emprendedores, entendió que
tenía que hacer un andamio especial para tomar la foto con comodidad. La voz de
aquella foto a un difunto se regó por todo el pueblo, por los campos, por los
pueblos vecinos, todos quería el recuerdo de la última foto dentro del ataúd.
Todas las casas, desde las más encopetadas, hasta las más humildes, tenían un lugar
especial en la sala, la de foto familiar, del niñito desnudo pasaría a ocupar
un lugar preponderante en la tradición la foto del difunto en el lugar más
importante de la casa. Era como tenerlo allí con su mirada de ultratumba controlando
a la familia, los lunes, el día de las ánimas se le prendía su vela, siempre
tenía sus flores de papel adornado aquel pequeño altar.
Antoñito se convirtió
en el fotógrafo oficial de los muertos, inventó una costumbre que estuvo
vigente por muchos años. Hasta que llegaron los celulares con cámara, pero ya
en esa época Antoñito había muerto, lo extraño es que el día de su velorio a
nadie se le ocurrió tomarle una foto.
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