CRONICAS CUEÑAS DE LOS AÑOS 40 Y 50
Al terminar la Guerra de Independencia uno de los
grandes problemas de nuestra economía era la falta una moneda circulante
propia. El bolívar como moneda venezolana lo establece el General Guzmán Blanco
en 1879. El uso aceptó como moneda corriente el dólar norteamericano,
representado en una moneda de oro de veinte dólares a la cual se le denominó
popularmente como morocota por su forma y parecido con un signo que tiene en
los costados un sabroso pez llanero conocido con el nombre de morocoto, también
conocido como cachama blanca.
La morocota equivalía a 102 bolívares (De aquellos
años), estaba hecha con una aleación del 90% de oro y 10% de cobre con un peso
de 30,8 gramos de oro puro de 21 quilates. El sueño de muchos generales de
montoneras del siglo XIX era llenar las alforjas de morocotas, famosa es la
anécdota del coronel Juan Francisco Acosta quien llegó de Cúa a la sede de un
Banco de Venezuela en Caracas a depositar una mochila llena de morocotas y cuando
se bajó del caballo, el saco y las monedas rodaron por el empedrado de la calle
y el coronel Acosta sacó su revólver y dijo: “A quien me ayude le doy un tiro”.
Muchas son las anécdotas que tienen como
protagonistas a las morocotas. Los llamados entierros durante el siglo XIX eran
un recurso al que apelaban quienes tenían sus morocotas para esconderla de la
rapiña y el saqueo de guerrilleros, esos tesoros quedaban allí una vez muertos
los propietarios éstos empezaban a aparecer como espantos o almas en pena
indicando el lugar donde estaba el entierro con las monedas dentro de una
botija de barro o una caja de madera, dispuestos los difuntos a entregar el
tesoro a cambio de misas para descansar en paz. Pasado el tiempo el oro
desprendía un gas que al contacto con en el oxígeno del aire producía una luz
que indicaba el sitio exacto donde estaba el entierro.
Famosos son en los valles tuyeros los tesoros
enterrados de la hacienda Tazón de Cúa, cuyo origen se remonta a las guerras de
independencia, el inmenso tesoro enterrado por el guerrillero Dionisio Cisneros
en el caserío La Magdalena, no encontrado hasta hoy. En la plaza Bolívar de Cúa
en una casa de dos plantas en ruinas desde el terremoto de 1878, un inquilino
acepto el desafío del espanto y tuvo la suerte, a comienzos de los años 50 de
recuperar un tesoro de más de 2000 morocotas y joyas, con este descubrimiento
aseguró económicamente su existencia.
Todavía hay morocotas enterradas, la ambición de
poseerlas ha contribuido a un crimen contra el patrimonio arquitectónico del
Tuy en las antiguas ruinas de la hacienda la Balvanera de Cúa la cual
perteneció al IV Conde de la Granja Fernando Ignacio Ascanio Hurtado y
Monasterios, por este mantuano se llama El Conde al caserío cercano al rio Tuy.
Contaban los abuelos que en los patios para secar café y cacao de esa hacienda
cueña, el Conde sacaba a llevar sol sacos de relucientes doblones de oro que
con su brillo cegaban a quienes los veían.
En aquellos años en estos pueblos tuyeros no
existían los bancos y quienes amasaban fortuna tenían que mantenerla a buen
resguardo, generalmente bajo tierra, allí muchas morocotas quedaron esperando
que algún valiente acepte el reto del espanto para ingresar al mundo de los muy
ricos.
Algunos
amos enterraban a los esclavos con los tesoros como garantía del silencio
total, Cuando en el año 1951 se construyó lo que hoy llaman la recta de Marín
en Cúa, los maquinistas que hacía el trabajo Elías Gómez y “El Embalado” que
era de Charallave. Cuando este último metió la pala de la Caterpillar en unas
ruinas ubicadas en la ruta trazada, la máquina se tropezó con una caja de hierro,
unos antiguos ladrillos cocidos y también había unos restos humanos muy deteriorados:
tres calaveras y dos fémures. El susto fue grande, ambos operadores se bajaron
y con la ayuda de un obrero ayudante movieron la caja, pues estaba muy pesada.
“El Embalado” dice: ___Coño Elías que vamos
hacer. Esto es un entierro y es nuestro-
Elías le responde: ___El problema son esos
huesos de muertos y eso es malo, porque es un entierro protegido por los
espíritus malignos y quien lo abra no lo podrá contar y mucho menos disfrutar y
en segundo que hay restos humanos y eso hay que informarlo a la autoridad.
___Entonces
que hacemos le dice “El Embalado”.
Elías le ordena al ayudante: ___ Agarra ese
pico y vamos romper esa caja, Juan se llamada el obrero, quien toma el pico
cuando lo levanta
“El
Embalado” le grita: ___ No lo hagas, es pavoso y yo no quiero que me pase una
vaina que me vaya a “Enmabitar” para toda mi vida.
Juan se frena, suelta el pico, todos se quedan
como si estuviesen pensando lo mismo, pasaban los minutos.
Elías dice: ___ Si no lo vamos abrir por miedo
a la maldición, llamemos a las autoridades.
__
No vale, se lo roban, es mejor esconderlo y buscar Juan José quien sabe cómo se
abren esas cajas sin peligro. Afirmó “El Embalado”.
Toman
entre toda la caja de hierro la llevan al pie de un samán, entre todos con los picos y palas abren
un hueco y la colocan dentro, los tapan y todos se dirigen a una camioneta cuyo
propietario era Elías Gómez. Quien dice:
___Nos
vamos todos a buscar a Juan José, si alguno se queda aquí nos puede jugar una mala
pasada y nos “Monta en la olla”.
Salen de aquella solitaria sabana, a cuya
sombra del frondoso samán, quedaba enterrado el cofre con el tesoro.
Llegan
la Fila de Cúa a la casa del “curioso Juan José”, quien tenía reconocida fama
de “faculto” en las artes ocultas, en el manejo de las yerbas, del poder para
acabar con las garrapatas y los gusanos de monte en el ganado, utilizando
conjuros y oraciones. Sabía las contras para las maldades que se hacían con los
huesos de difunto y tenía los conocimientos necesarios para abrir aquella caja
de hierro que había quedado en la sabana de la hacienda Marín.
Juan
José los interroga sobre la forma cómo había aparecido la caja, cuando le
explican que la pala de la maquina había sacado también unos hueso y calaveras.
Juan José frunce en seno y dice:
___No
me gusta, es una mala señal, un entierro donde hay huesos de muerto hay cosas
diabólicas, hay un serio peligro para quien lo abra sin la adecuada
preparación.
Elías
le pregunta: ___ ¿Cómo es esa preparación?
Mira Elías ya ustedes lo movieron del sitio
donde estaba, lo trasladaron y lo volvieron a enterrar. Ya ustedes están
comprometidos, eso no se puede mover, aunque no se abra, los malos espíritus
que lo cuidan están movilizados, cualquiera puede recibir las peores
influencias, Dios quiera que no sea así.
Por ahora voy a prepararme con un crucifijo
trabajado, con aceite de tártago y la oración de La Magnífica. Hay que ponerle
al altar 7 velones, tres negros, tres amarillos y uno azul. Todos tenemos que
bañarnos con un preparado con siete yerbas, cuerno de ciervo, limadura de
hierro y las tres esencias, hay que mandar hacer 40 misas por el alma de los
difuntos y el baño debe tener agua bendita y cenizas de una cruz de palma
bendita.
El
Embalado le dice a Juan José____Pero eso no se puede hacer en un solo día y ese
tesoro no se puede dejar allí, cualquiera se lo lleva.
Juan
José dice: _____Es cierto, vamos a ir con lo que tengo en este momento, sobre
todo el cuerno de ciervo, el agua bendita y las oraciones. Vemos que hay y lo
abrimos hoy mismo.
Fue
así como se regresaron al sitio donde habían dejado el entierro, tomaron el
camino del ganado, pasaron por la romana de Los Corrales, los Jabillos, tomaron
el nuevo camino abierto al sur del cementerio para llegar a Aparay y la vía de
Tácata. Se van por la pica abierta para la futura carretera a San Casimiro, a
lo lejos en medio de la sabana y de unas cuantas vacas se veía el samán. Al fin
llegaron, se bajan de la camioneta y llegan al sitio indicado al pie del árbol
donde está la caja, de inmediato empiezan remover la tierra, bajan unos
centímetros y no encuentran la caja.
Elías
dice___ Seguro que fue aquí donde la enterramos, dejamos estas marcas y aquí no
hay ninguna muestra que indique que alguien abrió y se la haya llevado. Vamos a
cavar más al fondo, de repente en la excavación apareció una oxidada estrella
con cinco puntas, parecía que tenía muchos años allí.
El Embalado dijo: ____esa estrella no la pusimos
nosotros allí, ni estaba cuando enterramos el cofre.
Juan José muy serio les dijo: ____Esta
estrella es el pentagrama invertido de satán, es la muestra que aquí estuvo el
demonio y esa caja se llevó él, nadie más lo pudo hacer. Esto se complicó, ese
símbolo puede tener múltiples interpretaciones desde el antiguo Egipto hasta
hoy, pero yo no tengo los instrumentos, ni los conocimientos para seguirle el
rastro. Yo les recomiendo que dejen eso así y no se compliquen la vida ese
tesoro no era para ustedes.
Todos
callaron en señal de aprobación, Elías dijo: ___Yo quiero un compromiso de
hombres entre nosotros esto jamás debe saberse, ninguno de los aquí presente debe
hablar de esto con nadie__ ¿Se comprometen?
Todos juraron ese día al pie del samán que eso
hechos no se divulgarían.
Fue así como ese cofre cuyo contenido nadie vio
se desapareció y esos hombres perdieron la oportunidad de hacerse ricos.
A veces en los días de verano, cuando las
chicharras ensordecen con su canto, muchos dicen que se ve una luz azul que
recorre la distancia entre el viejo samán y la quebrada de Aparay, se oyen
gritos y quejidos y según lo sostiene Juan José ese tesoro de Marín solo se
puede sacar un Viernes Santo después de la hora nona, cuando Satán se inclina
ante el poder de la sangre de Cristo derramada por los hombres.
Todavía nadie lo ha encontrado.
Excelente relato...
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario.
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