ABIGAIL LA ÚLTIMA ESCLAVA QUE VIVIÓ EN CÚA.

 ABIGAIL LA ÚLTIMA ESCLAVA QUE VIVIÓ EN CÚA.
               Y FORTUNATO SU HIJO UN ESCULTOR.




Abigail era el nombre de una negra enorme, que vivía en Los Jabillos, mejor conocido en otras épocas como “El Tapón”. Era artesana del barro, las ollas, los budares, las palanganas y pimpinas para el agua, salían hermosas y útiles de las manos de Abigail. Venía gente de otros pueblos a comprar aquellos utensilios. Ella los vendía por calles y pulperías. No se usaban en estos pueblos y campos ollas de aluminio, ni de cobre, ni de acero, solamente el humilde barro, bien trabajado por manos expertas. Ella aprendió  el oficio de alfarera de sus padres y también enseñó a un niño, que había criado desde el momento de su nacimiento, a trabajar con arcilla. Fortunato era el nombre de aquel niño,  quien además hacer  budares, sentía la necesidad interior de transformar la tierra amasada en arte. No recibió instrucciones de ningún tipo, ni asistió a escuelas de artes, pero dedicó su vida a la escultura popular e ingenua. Fortunato Esquivel  elaboraba bustos de personajes  de interés. Todavía subsiste el de Carlos Gardel, ubicado en la placita hecha en honor al cantante argentino. Hermosos medallones como el del indio “Cue”, ubicado en la Farmacia de la Plaza Zamora y así infinidad de esculturas que mucha gente interesada en su arte le encargaba y que hoy forman parte de colecciones particulares.

Abigail, al madre de crianza de Fortunato, había nacido en 1852 estaba vigente legalmente el sistema esclavista en Venezuela, los negros y negras esclavas eran considerados como parte de los activos de las Haciendas, figuraban los nombres de los esclavos en los inventarios como si fuesen  herramientas de trabajo, como los  semovientes o bestias propiedad del amo .Quien podía libremente venderla o disponer de la persona a su arbitrio.
Los esclavos no sólo funcionaban como peones en las tareas del  campo, sino que existían otras categorías como los esclavos artesanos, cuyas funciones eran las de maestros de obras en la construcción, albañiles, zapateros, latoneros, alfareros. Por lo general sabían leer y escribir y estaban valorados hasta en 1.000 pesos. Ellos trabajaban por un salario o vendían lo que fabricaban, pero el dinero no lo disfrutaba o disponía el esclavo, sino el amo era el que recibía el beneficio y el esclavo apenas le daban algo para medio vivir. Sin embargo, algunos de estos esclavos artesanos lograban con los años comprar la libertad al pagar a sus amos el precio de su libertad, de acuerdo al valor del “mercado esclavista”. El cual tenía reglas muy claras para justipreciar esta mercancía humana.

La Ley de 24 de marzo de 1.854 le reconoce a los amos el derecho a ser indemnizados, al abolir la esclavitud, ya que los esclavos al quedar libres no estaban obligados a prestar servicio, a quienes eran hasta ese momento sus “propietarios naturales” La misma Ley establecía unas tarifas de indemnización con un máximo precio de 300 pesos para  esclavos de 15 a 19 años, 5 pesos para esclavos de 63 años, 50 pesos para esclavos de 8 días de nacido. Esta tabla de indemnización se fundamentaba en la edad de los esclavos a liberar.
El Estado cancelaba al propietario de acuerdo al número de esclavos que tuviese. A éstos se les entregaban un pequeño documento que llamaban “Cartilla de libertad” La negra Abigail conservó hasta su  muerte este documento, donde se señalaba que se había pagado por su libertad a María Teresa Castro: 105 pesos.
Busto de Carlos Gardel

                                                          
Abigail y su hijo Fortunato llenaron toda una época en la vida de Cúa, ella fabricando y vendiendo sus ollas y utensilios de greda. A Fortunato le corresponde vivir en época reciente donde las modernas ollas de aluminio y de peltre desplazan las antiguas hechas de arcilla. Ella esclava, artesana de la vida, él artista del barro,escultor cuyas obras hoy forman parte del patrimonio artístico -cultural de Cúa, como el medallón del indio Cué y el busto del gran Carlos Gardel. .Personajes sencillos y puros de una época que no volverá.



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