Los
Carnavales en el Tuy, años 50
Las carnestolendas o “fiestas de la carne” se remontan
épocas paganas, el catolicismo la hace propia como “válvula de escape” a los 40
días de cuaresma que se inician el Miércoles de ceniza, período de total
recogimiento y abstinencia de todo tipo de carne.
A Venezuela nos llega el carnaval con las costumbres
que nos impone España, el Obispo Diez de Madroñero a comienzos del siglo XVIII
lo prohíbe, obligando a sustituir los fandangos, xoropos, el juego con agua por
los rezos del Rosario.
Me voy a referir a los carnavales tuyeros de los años
40, 50 y comienzos del los 60.
En el calendario de eventos que marcaba la ruralidad
de nuestros valles, los carnavales representaban una fiesta muy especial con
participación de todos los estamentos sociales y todas las edades y sexos
disfrutaban de estas fiestas. Apenas terminaban “Las Pascuas” como se
denominaban en aquellos años a las navidades, empezaban los preparativos de
carnaval. Los disfraces se elaboraban en casa, se organizaban comparsas para la
participación en los bailes y desfiles, se empezaban a preparar las candidatas
al reinado, ser la reina del carnaval era
un sueño de bellas muchachas tuyeras.
Actividad a la que se dedicaba tiempo y sobre todo se comprometían los
limitados recursos económicos de la familia, el reinado era visto como un
reconocimiento de status para la familia y una oportunidad para la reina de
lograr un buen partido matrimonial.
Oficialmente se organizaba un comité o junta de
carnaval encargados de llevar adelante el programa cuyos ejes fundamentales eran los bailes en
la plaza Bolívar de cada pueblo, los
desfiles de comparsas y el remate de la octavita. Al mismo tiempo se decretaba
oficialmente el juego con agua el lunes y el martes de 9 a.m. a 6 p.m. donde
estaba permitido mojar a cualquier persona que se aventurara a salir a la
calle. Siempre se cometían abusos y excesos ligando el agua con sustancias
nocivas, con lo cual degeneró hasta reducirse hoy al jueguito sumamente
peligroso de bombas llenas de agua y congelada con la cual se puede matar o
herir.
A las 4 p.m. los pocos automóviles, camionetas,
camiones del pueblo, adornados con mascaras y motivos carnavalescos se
facilitaban a las comparsas para iniciar el desfile, encabezado por la reina,
sus damas de honor y Rey Momo, al compas de música de la banda local,
interpretando la canción de moda para esos carnavales impuesta por la radio.
Entre esas canciones de moda para
Carnaval recordamos, El Caimán, la Múcura, El Son de la loma, Los Cadetes de
Billo, Tres días de Carnaval con Celia Cruz y la Sonora Matancera. Cada año el carnaval se estrenaba la canción
de moda y todos los conjuntos y orquestas locales, tenían que tenerla en su
repertorio, pues era una exigencia popular. En esas comparsas pueblerinas se
acostumbraba a lanzar caramelos, sorpresas, jugueticos para los niños, los más
“pudientes” lanzaban monedas, hasta “fuertes” moneda de 5 bolívares, al grito de “Aquí es “caía la
lluvia de caramelos al paso de aquella alegre caravana.
A las 7 p.m. todo el pueblo se reunía en la plaza
Bolívar, era el centro vital de aquella sociedad rural, para disfrutar del
baile con alguna de las orquestas locales. Era muy pintoresco ver a las
muchachas con sus disfraces dando vueltas por las aceras exteriores, mientras
en el centro de la plaza se realizaba el
baile, casi todos disfrazados, unos de mamarracho, otros de negrita, otros más
elaborados. En la Plaza se jugaba con talco, agua colonia, papelillo y
confites, era una forma elegante de cortejar a las muchachas, un juego de
ingenuidad, propio de una sociedad que no había sido dañada por el tráfico de
estupefacientes y no existían las victimas de su consumo, “El Malandro”. En los
años 50 se fundan Clubes sociales en cada pueblo, como el Club Santa Lucía, el
Club Zamora en Cúa, Club El Campito en Charallave, Club Tropical, Valle Verde,
Veraniega y Pampero en Ocumare del Tuy, Allí se organizaban carnavales y bailes
donde estaba reservado el derecho de admisión, y las muchachas de familia
estaban libres de los posibles abusos de confianza del “populacho”.
De los carnavales de ayer, nos quedan los días de
asueto, los operativos para organizar las inmensas trancas de vehículos de los
temporaditas que huyen a las playas, la fiesta infantil de disfraces, las
bombitas de agua en los liceos una semana antes de carnaval para que se
suspendan las clases, uno que otro baile en algún Club Privado. El miércoles de
ceniza aparecen en la prensa las estadísticas oficiales donde se pretende
demostrar que este año hubo menos muertos y accidentes que el año pasado. Otra
tradición que se nos fue.
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