La policía de aquella Cúa que se nos fue
Crónicas
El cuerpo de policía de esa Cúa
que se nos fue tenía todas las peculiaridades de una sociedad rural, sana, sin
criminales natos, sin los psicópatas de hoy, los cuales no solamente roban para cumplir la orden que
se dio en febrero de 1999, sino que disfrutan golpeando, torturando y matando a
sus víctimas y complacidos con la impunidad que le confiere la degradación
institucional que hoy vivimos. En
aquellos años los agentes cumplían su labor gozando del respeto y el
cariño de la sociedad cueña, no sabían nada de Derechos Humanos pero respetaban
a los presos y sus familiares, no usaban la humillación, ni la prepotencia para
imponerse sobre los ciudadanos, los casos más complejos eran las riñas
callejeras donde salían a relucir las navajas “Pico del Loro”, los machetes
“Cola de Gallo” o los “Garrotes de vera” pulidos o encabullados. En esos casos
si las cosas pasaban a mayores, la policía ponía en práctica
la inveterada “planazón de machete” para poner orden. Muy pocas veces se
usaban las armas de reglamento, había un respeto hacia la autoridad, en algunos
casos excepcionales se podía llamar la Guardia Nacional pero eso ya era una
noticia que se regaba por toda la población, “Ayer vino la Guardia” y en baile
de la plaza o calle, en los toros coleados
todo transcurrió en orden y sana paz. ERA UNA SOCIEDAD DONDE HABÍA
RESPETO, NO MIEDO.
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Jefatura Civil de Cúa 1950 |
Los pocos casos de robos se sabía quiénes eran los ladronzuelos y los
agarraba “La Chirona” y reincidían el Jefe Civil o prefecto tenía una facultad
heredada del período de Juan Vicente Gómez que se llamaba “Ley de Vagos y
Maleantes” mediante la cual, con su respectivo expediente podía ir a las
llamadas “Colonias de reeducación” como la Isla del Burro en el Lago de
Valencia o para las Colonias móviles del Dorado, en el estado Bolívar, si era
menor de edad le enviaban al Correccional de “El Consejo Venezolano del Niño” ubicado en
Los Teques. En 1997 el Tribunal Supremo de Justicia presidido por la Dr.
Cecilia Sosa declaró inconstitucional la citada Ley de Vagos y Maleantes le
quito la facultad que tenían los Prefectos de los Distritos para levantar un
expediente a un mal viviente y enviarlo a un penal hasta por cinco años.
Si bien es cierto que esa Ley
podía generar abusos y era indudablemente violadora de los DD.HH, no se
sustituyó por una nueva Ley ajustada a los parámetros modernos, se inició un
proceso de lenidad, de mano de seda con el maleante, la impunidad empezó a ganar terreno, si el delincuente o trasgresor
era menor de edad, no había nada que hacer. Rápidamente el malandraje empezó
perversamente a utilizar a los menores de edad para cometer sus crímenes porque
sabían que los muchachos estaban blindados y que aún cometiendo los peores
delitos no recibirían ningún castigo. Como las cosa malas crecen si no se les
pone coto, el hacerse delincuente se hizo el camino fácil de muchos jóvenes y
hoy vivimos en este infierno entre una acción de delito que crece
geométricamente, una sociedad catatónica ante el delincuente, imposibilitada,
amarrada, prejuiciada, cuya única acción es hacer NADA para frenar la ola de crímenes que nos
arropa.
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Casa de Gobierno de Cúa 1980 |
Volviendo al ayer, la Jefatura
de Policía de Cúa estuvo ubicada en tres lugares diferentes, desde comienzos el
siglo XIX en la calle El Malabar, hoy Zamora cruce con San Isidro, hoy casa de
la familia Fuentes Robles, a partir de 1874 en la calle San José, donde hay
funciona una pizzería y a partir de los años 40 en la casa de gobierno ubicada
en el antiguo Plan de San José, hoy Alcaldía Municipal. Había una “Sala de
Banderas” donde se le tomaba la primera declaración al detenido, si la cosa era
leve no pasa de un arresto o una amonestación con el compromiso de no volver a
cometer la falta, si lo ocurrido ameritaba detención se le podía enviar a un
calabozo chiquito que llamaban “El Tigrito” los otros se denominaban “El
Pulguero” y “Cochinera”, allí podía pasar hasta 72 horas bajo las órdenes del
Comandante de la Policía, si ameritaba más tiempo pasaba a las órdenes del Jefe
Civil , posteriormente Prefecto quien lo podía soltar, pasar a Seguridad
Nacional, posteriormente a la PTJ , también aplicarle la Ley de Vagos y
Maleantes.
Hasta los años 36 o 37 los presos
los sacaban para barrer la plaza y sus alrededores, desyerbar, recoger los
excrementos de los burros y caballos que se amaraban en las puertas de los
negocios, en los árboles de la plaza estaba prohibido amarrar bestias de carga
y los trasgresores eran detenidos y multados, más de un burro quedó “Detenido” o
en depósito en el potrero de San José, porque el dueño no tenía los 10 Bs de la
multa y el bodeguero amigo no se los facilitaba a tiempo.
No podemos terminar esta Crónica
sin mencionar algunos personajes de la vida de nuestro pueblo que ejercieron
funciones de autoridad policial en diversas épocas
General Luis Ramos, Coronel Tomas Hugo
Quiroba, Coronel Luís Espinoza, Don Félix
Sosa, Don Luís Sosa, Don Elías Genaro Acosta, Don Domingo Borges, quien fue
primero que recibió la denominación de Prefecto en 1961, Don Antonio Malo
(Charallavense) en esa época Charallave
era un municipio de Cúa. Don Emar Carvallo Camero, Don Enrique Fernández, Don Jesús
González, Don José Morales, en época reciente, Don Nicasio Mayora, Don Israel Pacheco Don Tomás Pérez
Uzcanga, el Dr. Roger Delgado Uzcátegui. Como comandantes de policía recordamos
a Emilio Isturiz (El sordo), Cruz Escalona, durante el período de Pérez Jiménez
a Don Valeriano Castillo, posteriormente en 1958 a Elías Gómez, Jesús María
Castro González.
Muchos fueron los policías que
pasaron por esa comandancia cueña pero hay algunos nombres emblemáticos de
aquellos años muy difíciles de olvidar como Jesús Barrios quien nos llegó de
San Francisco de Yare , Julián “Carioca”, Juan Gavides, Carreñito,Heriberto
Medina entre otros.
No podíamos terminar esta Crónica
sin hacer una mención muy especial para un ilustre cueño, quien ejerció con
mucha eficiencia y por muchos años la Secretaria de la Jefatura Civil de Cúa
nos referíamos a Don Cesar Arteaga.
Un recuerdo para todos ellos, para sus
familiares y amigos de aquella Cúa que se nos fue.
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