Crónicas de ayer en un presente muy duro.
Colaboración de Juan Orlando Duc.
Las crónicas y los historiadores han sido un poco mezquinos
al describir el origen, la fundación y el crecimiento de nuestras ciudades y
pueblos, colocando en lugar muy oculto, tal como si fuese pecado hablar de las
pulperías y los pulperos. La verdad es que en un pueblo podían que pasar años
para construir el templo, la casa de gobierno, la cárcel y el hospital, pero
desde el primer día estaba el pulpero como centro económico de la nueva ciudad,
para garantizarle a la comunidad el suministro de los comestibles y el estipendio
de alcoholes a la nueva población.
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Tienda La Azucena la decana del comercio tuyero. |
Los hidalgos que llegaron de la madre patria consideraban el
trabajo en general como una actividad impropia de su condición aristocrática.
Un caballero español, un noble aunque fuese de baja categoría jamás se podría
dedicar a profesiones reservadas a las clases bajas. Pulpero, médico, artesano,
agricultor no eran las profesiones de los “hijos de alguien” o hidalgos. Ellos
podían pertenecer a Las Milicias de Blancos, hacerse curas o letrados en leyes.
Para los trabajos manuales estaban los esclavos. Para la pulpería llegaban los
canarios (Nativos de la islas Canarias). Eran los isleños los pulperos, los
mayordomos de las haciendas cacaoteras, los arrieros que llevaban y traían
mercancías. Eran los cosecheros medianeros. Los fundadores de pueblos. Los
Tenientes de Justicia. Jueces de Comisos, como Juan Francisco de León, canario
fundador de Panaquire, en la región de Barlovento y cabeza visible del
alzamiento de hacendados y cosecheros contra el monopolio impuesto por la Real
Compañía Guipuzcoana en el siglo XVIII.
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Calle José María Carreño. |
F. Depons, viajero francés, investigador y cronista nos
describe la pulpería caraqueña de comienzos del siglo XIX:”Su surtido consiste
en cerámica, quincalla barata, herramientas, vinos, azúcar, jamón, grasas,
frutos secos, queso, tafia, etc. Sobre otras tiendas tiene la ventaja de no
estar obligadas a cerrar los días de fiesta y los domingos. Son tan necesarias
que hay que tenerlas abiertas desde el alba hasta las nueve de la noche. (….)Para
no engañarse, no hay objeto que se venda con menos del ciento por ciento de
beneficio, a menudo el doble o el triple. Es así, a costa de detalles
desagradables y penosos como se echan
las bases de fortunas que no se dan en ningún otro oficio”. (1)
Las grandes fortunas amasadas durante el período colonial
están atadas a la producción de cacao y añil con la explotación mano de obra
esclava y a la venta de mercancías a través de
las pulperías y tiendas. Los” grandes cacaos” o los mantuanos eran propietarios
de estos expendios de mercancías, pero tenían prohibido atenderlas, para lo
cual siempre contaban con los emigrantes canarios. Éstos casi siempre
terminaban montando pulpería propia. En la historia colonial hay casos muy
interesantes como el terorense (Gran Canaria) Don Bernardo Rodríguez del Toro (
Primer Marqués) quien además de gran hacendado, era mercader importador y
exportador, armador propietario de barcos mercantes y propietario de una cadena
de pulperías y tiendas en las principales ciudades del país. Todas atendidas
por sus paisanos. Don Juan Vicente Bolívar y Ponte, el padre de Simón Bolívar,
era propietario en el puerto de la Guaira, específicamente en el callejón
Muchinga, detrás de la casa de Compañía Guipuzcoana de varios almacenes para surtir
de mercancía importada el comercio caraqueño, además de ejercer el cargo de
oficial real (Agente aduanero para controlar el contrabando). (2)
Publicidad de la tienda La Azucena del año 1932 ,periódico Cué |
Muy conocido es el caso del canario Don Sebastián Francisco
de Miranda, portuense (Puerto de la Cruz), padre del Precursor Generalísimo Don
Francisco de Miranda, quien era un mercader con una tienda de géneros alternada
con víveres, se le acusa de indigno de portar el uniforme y distintivos de la
Milicias de Blancos, por su condición de pulpero y amasador de pan (Panadero).
La sociedad colonial era totalmente estamentaria, muy rígida en los usos
sociales. (3)
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Reunión de la Asociación de Comerciantes de Cúa 1967 |
Por decisión del Consejo de Indias, el 20 de diciembre de
1804 estableció la diferencia entre bodegueros y pulperos, considerando que la
bodega se dedica a las mercancías importadas
(Mayoreo). Los pulperos estaban en el último escalafón de la sociedad
colonial venezolana.
La Independencia nacional, en los primeros años de gran
violencia, tuvo como protagonistas algunos pulperos que cambiaron el mostrador
por las armas. José Tomás Boves, fue un exitoso comerciante radicado en
Calabozo. Francisco Rosete, el azote de Ocumare del Tuy en el pavoroso año de
1814, era un aventajado pulpero en el pueblo de Taguay. El General Ezequiel Zamora, máximo caudillo militar
de la Guerra Federal en 1859, también fue un próspero pulpero de Villa de Cura.
La pulpería durante el siglo XIX y parte del siglo XX era el
alma de las comunidades, allí lo mismo se vendía una libra de tasajo, o un kilo
de queso; se discutía del último alzamiento de algún caudillo colorado o azul;
se leía la prensa nacional; se prestaba dinero a interés; se jugaba en la
trastienda una partida de dominó, de blanco y negro; se jugaba a los gallos de pelea, o se apostaba al boche
clavado en el anexo campo de bolas criollas. Es cierto que su actividad era
machista, las damas debían estar en su casa y jamás pisar esos “clubes
masculinos” llamados pulperías. Generalmente el padre de familia era el
encargado de realizar las compras personalmente. Las muchachas del servicio
también realizaban las compras y recibían los bonos, cartoncitos donde se
marcaban los gastos hechos, por ejemplo si se gastaba un bolívar se le anotaba
un bono de seis céntimos. Estos bonos se cambiaban por efectivo, también se
gastaban en la misma pulpería. A los muchachos que también hacían los mandados
se les daba la ñapa, la cual podía ser un caramelo, “rule” como le decían al
papelón, o San Simón que era papelón con queso blanco llanero.
Bodega La Esperanza de Don Luís Ricardo Ramos. |
En las pulperías se
fiaba algunas personas que trabajaban y cobraban semanal o quincenal,
religiosamente los sábados o el fin de quincena se cancelaba, porque si no le
cortaban el crédito. El “fiao” se aplicaba a personas selectas, en todas las
pulperías había letreros muy grandes, aunque mucha gente no sabía leer, que
confirmaban la imposibilidad de la compra a crédito
Aquí murió el fiar /y el prestar también murió /Porque lo
ayudó/a morir el mal pagar.
Otro impreso decía en letras grandes y negras:
Si fio pierdo lo mío/ Si cobro, al cobrar molesto/ y para
librarme de esto/Ni fio, ni doy, ni presto.
Hoy no fío, mañana, sí.
El que fía no está, salió a cobrar.
Sólo confiamos en Dios los demás pagan de contado.
El que fiaba murió saludos
le dejó.
Sólo le fiamos a los mayores de cien años que traigan a sus
abuelos como fiadores.
El clásico de todos los avisos una policromía, por el
vestuario se podía deducir que eran norteamericanos. El cuadro generalmente
enmarcado con veradas de caña amarga, dividido por la mitad, del lado izquierdo
un personaje arruinado, flaco, con ropas roídas, las manos en la cabeza, rodeado de ratas y papeles, con la caja fuerte vacía y el letras
arqueadas las palabras: “Yo vendí a Credito” y del lado
derecho un personaje gordo , bien vestido, reflejando bonanza, con la caja de
caudales llena que decía:” Yo vendí al contado”.
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Don Ramón Espinoza en la Bodega Mi Consuelo |
La mejor
ubicación de las pulperías era en las esquinas de la cuadra, porque tenían tres
o cuatro puertas por el frente y una por la esquina. El mostrador de madera ocupaba
todo lo ancho, dejando un espacio para los clientes, en los andenes,
generalmente de ladrillo se habían
adosado unas argollas donde se amarraban los burros y las mulas,
utilizados como transporte de mercancias, al final del día había un muchacho
encargado de recoger los cagajones que dejaban las bestias.
Contra la pared
estaban las armaduras de madera donde se colocaban en orden pre-establecido
gran parte de la mercancia. Papelones, botellas de ron, aguardiente legal, pues
el de contrabando estaba en una caleta, cerveza, anis del mono,, vino tinto.
Había en la armadura un departamento especial para las velas, unas eran de cera
y otras de cebo, estas últimas estaban colgadas en un especie de racimo. Al
lado los mazos y las cajetillas de cigarrillo, los tabacos artesanales, junto
al papel de escribir, los sobres, los lápices,las plumas y las plumillas, la
tinta.
Comercio cueño durante el siglo XX.Comercialmente la población de Cúa
empieza a tener renombre e importancia en la década de 1870, el gobierno del
General Guzmán Blanco inaugura el camino carretero de Caracas hasta San
Casimiro, lo cual permite un mayor acercamiento de la región llanera, Cúa se
transforma en punto de llegada de los arrieros llaneros que traían el ganado
para alimentar la capital. Las fincas cueñas servían de sitio de engorde, para
recuperar un ganado que había hecho una travesía hasta de 500 kilómetros a
pie, desde el Cunaviche o el Arauca, antes de llegar al Matadero. Al mismo
tiempo los trashumantes del ganado consumían y compraban provisiones, aperos,
telas, sombreros, sal, machetes marca “Colin”, escopetas, balas, licores como
el Ron Mahoma y el Brandy Domecq y productos, en varias casas comerciales como
Santana Hermanos. Esta casa comercial estuvo ubicada en el plan de San José,
hoy Plaza Bolívar, Donde muchos años después estuvo ubicado el famoso Hotel
Bolívar, propiedad de Doña Luisa Requena, hoy está en ese lugar el edificio Gino.
Diagonal estaba la casa comercial de los Hermanos Heidrich, alemanes, (En Cúa
habían 11 alemanes en 1874). Estos alemanes tuvieron un encuentro memorable con
otro comerciante de la época, llamado Manuelito Barco, quien tenía su casa en la
calle de la Cruz Verde. Las diferencias se presentaron por un derecho de paso o
servidumbre que los Heidrich negaban a Manuel, quien necesitaba pasar por la
finca Onza para llegar a Las Yaguas. La
situación había llegado a un estado de tensión tal, que los alemanes
resolvieron atacar a Manuelito Barco, mediante una emboscada que le montaron en
la calle Comercio de Cúa. Manuelito venia por la esquina de la calle la Gruta,
(actualmente frente a la tienda la Azucena) y los hermanos alemanes estaban
ubicados dentro de su negocio, situado en la calle Comercio cruce con calle La
Florida. El primer disparo lo hacen los alemanes y Manuelito cae herido, sin
acobardarse, saca su arma y dispara contra sus agresores, con el primer disparo
da en la frente de Ricardo Heidrich, matándolo. El segundo disparo saca de
circulación a Pedro Heidrich y con el
tercer tiro hiere gravemente al hermano
menor de los Heidrich. La valentía y puntería salvaron a Manuelito de una muerte segura y nació la leyenda de
puntería y la hombría de este cueño, su fama se regó por todos los caminos y
los alemanes que quedaron vivos se marcharon de Cúa. (Tradición oral)
Publicidad dela Bodega La Esperanza 1970 |
De ese período fueron famosos las
casas comerciales de Los del Ollo, Los Quiroba, Manuel Fonseca, los Castillo,
los Medina, Sebastián García, en la esquina de la plaza Zamora con el Malabar,
posteriormente funcionó un bar de Luciano García. Sixto Carreño, Francisco
(Panchito) Manzo, con la primera bomba de gasolina de Cúa en los Corrales a
comienzos del siglo XX, a finales del siglo XIX esta casa fue de unos alemanes.
En ese sector también funcionó el negocio y posada de los Hernández. Cúa según
el Censo oficial de 1873, ordenado por el General Guzmán Blanco, tenía 2
panaderías, 2 sastrerías, 2 platerías, 4 carpinterías, 3 herrerías, 1 latonería, 1 tenería, 3 alfarerías, 1
destilería y 1 horno de cal.
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Dos emblemáticas casa comerciales de Cúa El Demócrata de los hermanos Delgado y La Casa Amarilla de Antonio Mirabal. |
Santana Mirabal fundador de la Casa
Amarilla heredada por sus hijos Antonio y Pepe Mirabal, hoy funciona allí una
panadería. Ubicadas también en la plaza Zamora Juan Ibarra y Brígida, frente a
la alpargatería de Don Julián González, Allí estuvo la dentistería de Don José
Antonio Omaña, En la calle San José fue famosa la carnicería de Don Gustavo
Delgado y su hermana Doña Emma Martínez, otras carnicerías donde se podía
comprar el kilo de carne de primera para parrilla a 1,25 el kilo, el marrano a
2,50 y los huesos para la sopa te los daban de ñapa Don Justo Moreno y Don Jesús María González en la calle
Comercio. En el local del viejo mercado Don Arturito Agraz
Mercado de Cúa. |
Carlos Caballero comerciante
propietario de la Casa Rosada, conjuntamente con su hermano Tulio Caballero. A
finales del siglo XIX perteneció a Don Emilio D´Amelio, era Mayor de víveres.
El negocio al detal de la Casa Rosada lo
vende Don Tulio Caballero a Don Régulo Tovar, quien llega a Cúa de la Victoria
y se instaló primero en Marín y luego en Plaza Bolívar y hace cueño por amor a
esta tierra., dejando una hermosa familia. .Recordamos laborando en La Casa
Rosada al señor Ramón Elías Solórzano, fallecido trágicamente el 17 de
diciembre de 1950, personaje popular y muy querido en aquella época. El popular
José Rafael Guzmán, el Señor Oscar Caballero C.
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En la gráfica Derecha -izquierda Don Carlos Caballero acompañan Los hermanos Guardia, Elías Genaro Acosta entre otros. |
En la Plaza Bolívar funcionó en 1.930
el bar más grande del Tuy, (45 Mesas) en la vieja casa del cruce de las calles
Florida y Comercio, gerenciado por el señor Lope Díaz Sánchez, (cuñado de Don
Teodosio Angelino) Frente a la Plaza también funciono un bar en los últimos
años de la década de los 40 y comienzos de los 50, regentado por Don Arturo
Borges Aquino, Al lado de donde hoy está Banesco. Vendían además de la cervezas
Caracas y Polar con sus clásicos botellones y media jarra, cerveza Unión, ron
Santa Teresa y aguardiente El Yagual.
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Don Natalio Maurell |
Don Domingo Pérez, el padre de los Pérez
Uzcanga, tiene al final de la calle el Malabar, negocio con el más variado
surtido de la época, además de los típicos productos vernáculos como el queso
llanero o de cincho, también vendían el queso amarillo holandés, las sardinas y
el salmón y la carne de buey enlatados, los cigarrillos Victoria, Doble Águila,
Sport y el Bandera Roja, los cuales se expendían en mazos, el tabaco en rama y
el chimó, el “Maíz-Oriza” de los Hermanos Conde y la famosa Maizena Americana
de Alfonso Rivas y Cia. La mantequilla importada “Brum”, las hojillas marca
Gillette y el famoso “Flit”para matar mosquitos y zancudos con la bombita de
mano. Posteriormente este negocio pasó a manos de del popular “Manazo”con el
nombre de bodega Michoacán, famoso por su frito y chicharrón
Especial mención merece un
comerciante que nació en San Francisco de Macaira,quien llegó de Ocumare del
Tuy: el señor Pablo Sierra, quien tuvo por muchos años un fondo de comercio, en
el mismo sitio donde ocurrió el lance entre los alemanes y Manuelito Barco en
la calle Florida cruce con Comercio, casa de los herederos de Don Doroteo
Angelino. Con Pablo Sierra llegaron a Cúa dos muchachos que con los años
pasarían a ser destacados comerciantes y respetables padres de familia cueñas
Don Natalio Maurell y Don Ramón Espinoza.
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Don Pablo Prado, la última pulpería de aquella Cúa que se nos fue. |
Don Natalio, nativo de San Francisco de
Macaira, funda una gran familia cueña y le brotan sus raíces en esta tierra, se
asoció durante un largo período con otro personaje del comercio, quien fue
maestro de escuela, Presidente del Concejo Municipal de Cúa y fundador de una
gran familia nos referimos a Don Arturo Borges Aquino. Ellos fundaron la firma
Maurell y Borges en el ramo de ferretería que funcionó muchos años en la
esquina de la calle la Gruta con Comercio, en la misma casa adonde funcionó
posteriormente el negocio de las tertulias deportivas de Don Carlos Marín.
Don Ramón Espinoza compró el negocio de otro
veterano y respetado comerciante de Cúa Don Blas Santaella en la esquina de la
calle San Rafael con Calle Carreño. Hoy Supermercado San Rafael. En aquellos
años llegó a Cúa las marcas de leche en polvo Klim, Nido y Denia, los refrescos
embotellados además de Coca cola y Pepsicola, la cola Bernotti, la cola Bambi,
la cola negra Bidú, la Lucky Club, Misión, Orange, la Chicha A1, el Milkao, la
Crema Soda, y los refrescos marca Anauco. El producto Harina de Maíz marca Pan
aparece en 1961.
Un negocio muy importante a comienzos
del siglo XX fue el “Tesoro Escondido” del señor Luis Díaz, ubicado en la casa
donde funcionó el viejo hospital Dr. Osío, hoy liceo de la Calle Florida. Otro
comerciante de larga data en la población de Cúa fue Don Rafael Delgado con el
Bar Restaurant y Posada El Demócrata, el último lugar donde se pudo comer en
estas tierras la legítima comida criolla, representada por platos como el
cochino frito, el hígado molido, las caraotas refritas, el bistec encebollado y
el sancocho.
El decano de las viejas bodegas de
Cúa, recientemente fallecido Don Pablo Prado, en la esquina, que debería llevar
su nombre, en la calle Zamora, como homenaje a la perseverancia de 45 años
detrás de un mostrador, sirviendo a su pueblo.
1932
Publicidad de la bodega de Don Blas Santaella |
A comienzos del siglo XX frente a la
plaza Bolívar funcionaba un bar, con gallera del señor Abraham García, padre de
la gloria de nuestras letras el Dr. Miguel García Mackle. El llamado “Bar
Caracas” que luego perteneció a al señor Justo Romero y Otilio Osorio, este
ultimo también tuvo su negocio en la esquina de la Plaza Bolívar junto al
famoso cotoperí.
En la década de los 30 llegaron a Cúa
dos hermanos de origen rumano, Leonardo y Samuel Chisters, tuvieron negocios de
víveres compra de frutos menores y venta de gasolina y repuestos para autos y
camiones. Don Luis Ricardo Ramos y sus hijos tuvieron un negocio de víveres que
duró varias décadas en la calle Cruz Verde .Allí se vendían las mejores alpargatas
del Tuy. El recordado “capitán” Don Rafael Serrano conjuntamente con su señora
esposa y su suegra Doña Amada, que tenían su Restaurant de comida criolla y su
posada familiar, diagonal a la Plaza Bolívar. A la salida del callejón del rio,
Don Chucho Carles al pie de la ceiba, también estuvo en ese lugar Don Néstor
Chávez.
Las antiguas “Boticas” o Farmacias de
Cúa, donde además de la elaboración de la medicina pues pocos eran los llamados
patentados, como las Píldoras del Dr. Ross para el estreñimiento, cuyo lema era
“chiquitas pero seguras “Llegaban algunos patentados importados como La
Cerevisina para mejorar la actividad cerebral, más adelante se empleaba para
este mismo fin la Fitina, recordamos el Elixir “Peregrino” los purgantes de
aceite de ricino y tártaro .conocidos como “tiro seguro”, los tubos
esterilizados “Clin” o ampolletas, la Emulsión de Scott.”La del hombre con el
Bacalao” Vendían como elementos de tocador los jabones Heno de Pravia, Romero y
Reuter, la Glostora ,el Moroline y el Bilcrem como fijadores para el pelo y las
damas con el polvo Sonrisa, los perfumes Maderas de Oriente y Pachulí, el
Champú Halo y la loción Carmela y el Bes-tone para las cana;. Los caballeros
usaban el agua de colonia marca Jean Marie Farina.
Boticarios, como Don Francisco López y sus ayudantes tenían que hacer
pomadas, tomas o pociones, pastillas, linimentos y demás formulas para quienes
buscaban la curación de los más variados males, también tenían que hacer de
médicos recetando a los pacientes, los cuales tenían más fe en Don Julián H.
Carías, el boticario más antiguo de Cúa, en Don Carmelo Arteaga, por los años
cuarenta, Don José Perdomo el fundador de la Farmacia San José. Don José Manuel
Medina Serrano conocido popularmente como “Machete”, posteriormente pasa a
manos de Don Miguel Heriberto Bello García, quien además fue Presidente del
Concejo Municipal, durante los últimos años del Gobierno de Pérez Jiménez y
luego es adquirida por el Dr. Rizo. Hoy Cúa tiene varias farmacias modernas y
eficientes.
En los primeros años del siglo
XX llega Cúa, procedente de Palestina un
primo de del líder del movimiento de Liberación Yasser Arafat y se radica en
estos valles tuyeros, casándose y fundando su mejor patrimonio: una hermosa
familia, Don Nazario Dugúm Flejan, trabajó toda su existencia en actividades
comerciales y fallece a los 95 años en 1.998.
En el año 37 llegan al Tuy un grupo
de familias procedentes de Cuba, para fundar con el auspicio del Gobierno de
López Contreras, en tierras gomeras la colonia agrícola Mendoza, entre otros
vino un joven lleno de esperanzas y con un gran deseo de superación, se vincula
esta población con tal cariño, que jamás dejo esta población, se casó y fundó
una gran familia, se trata de Don Domingo Borges Gómez, quien fue nombrado
primer Prefecto de Cúa, del período democrático, pues anteriormente se le
llamaba Jefe Civil. Fundó la primera Fábrica de Hielo de la Región “Hielo
Cristalino”. .
Don Eligio Tovar tuvo su Bodega en la
calle San José donde se vendían los sabrosos heladitos de a locha, de diversos
sabores y al lado el popular Don Candelario, conocido de todos como el “Maestro
Candela “el lugar de encuentro en las misas de aguinaldo para el consumo de las
sabrosas arepitas de anís y el cafecito de las frías madrugadas
La tienda La Azucena, en la esquina
de la calle La Gruta con calle Comercio, representa en la actualidad un icono,
conjuntamente con La tienda La Negrita de la esquina del Viento. Estos dos
fondos comerciales se llevan el decanato en Cúa. La Azucena fundada por Don
Humberto Caballero y la tienda La Negrita de Don Ladislao Serrano. Quien tuvo una
barbería en la Plaza Zamora y pasó a manos de famoso barbero Don Antonio
Mijares. Otro negocio de vieja data en Cúa y frente al cual esta su propietario
Don Trino Leicega, conjuntamente con su hijo Tiburcio: el Abastos Pueblo Nuevo”
Don Efraín Rodríguez, llega a Cúa de la vecina población de Tácata y funda un
mayor de víveres y una torrefactora de café, en la vieja casona del sector el
Silencio de Cúa, sus hijos se incorporan, ayudando a su padre a esta actividad,
Hoy día los hijos de Don Efraín han diversificado sus acciones, desarrollando
empresas comerciales y agroindustriales de gran empuje económico, siempre
vinculados a esta población.
Los muchachos de los años cincuenta y
sesenta recuerdan con cariño y nostalgia los sabrosos caramelos o “pirulís”
fabricados artesanalmente por Doña Vestalia de Rodríguez, primero en la Calle
Lecumberry y posteriormente en San José
Don Antonio Naranjo, un canario,
funda en la plaza Zamora un mayor de víveres, en la antigua casa de la escuela
María de Jesús Castillo hoy sus hijos también están dedicados a las actividades
comerciales en esta población.
Todos los domingos se colocaba frente
a la Iglesia Doña Gumersinda Villegas la
famosa dulcera con su gama de dulcitos criollos a locha y a medio: besos de
coco, conservitas, pan de horno, polvorosas, guargueritos y recortados,
catalinas o cucas, papeloncitos y al lado el famoso “raspadero” Juan “Pescuezo”
para calmar la sed. Con sus raspados de colita, tamarindo y frambuesa
Manuel Antonio Bárcenas, constructor
del primer cine moderno de Cúa y propietario de un Bar que marcó historia en la
vida cueña, el archifamoso “Bar El Polo”, que estuvo situado frente a la plaza
Bolívar. También fue propietario de este bar el señor Claudio González Siempre
bien atendido por el recordado Luis “Sardina” y “Rebulicio”.Los otros bares de
fama en Cúa fueron el santuario del tango de Don Ángel Luciano García, con su
“Bar Continental”, en la esquina de la plaza Zamora. Frente al Bar de Luciano
estuvo el famoso “Bar de Cholito”, también se conoció con el nombre de “Dos
Gardenias “perteneció a Doña Trina Rojas, en el año 49 lo adquiere Don Enrique
Duc y Doña Lola, luego el señor José Chaves, de nacionalidad portuguesa y en el
año 55 Don Miguel Borrajo y Doña Alejandra, de grata recordación por su bondad
y calidad humana. Posteriormente este negocio perteneció al señor Marcial
Encarnación Bernal, hoy es El Palacio de las Pastas. En la Cruz Verde el Bar de
Oscar Paz, con su famoso licor vernáculo “El Zamurito”El bar Aparay de Don
Jesús Reverón, con su inmensa cancha de bolas criollas y en el antiguo terreno
de juegos, posteriormente polideportivo de Aparay.
En la Cruz Verde tuvieron negocios
Don Sebastián Sotillo, en casa de Don Lope Díaz, en la casa de los Alfajores,
propiedad de la familia Díaz, funcionó un negocio del señor Abraham García,
posteriormente del señor Barreiro. También tuvo
negocio en la Cruz Verde, Don Pedro Díaz, padre de una gran familia de
cueños. Doña Ana Teresa Mirabal, llegando al puente Gómez, con su vieja posada
para comer platos típicos de la zona. En la calle El Carmen destacan tres negocios, La bodega de Francisco "El Diablo" García, Doña Herminia de Mirabal y Los Corrales de Manuel Monasterios.
Don Dilio Alfonso desarrolla su
actividad comercial en la calle Comercio, durante varias décadas, su esposa e hijas, conjuntamente con
propietarios del Taller Meridional, construyeron el Centro Comercial Sorasisol.
Don Pedro Quintiliani tiene su tienda en la antigua casa de Don Dilio, Los
Quintiliani, Pedro, Toni y Luis llegaron a Cúa de la región de Abruzzo en Italia
y se dedican al ramo de tienda, con venta de calzado y confecciones. Recordamos
de distintas épocas los Zapatos Rex, Súper y Suela Espuma
En esa misma cuadra Tuvo un negocio
de tienda Don Miguel Rojas Espinoza. Posteriormente el señor Armando Rocco monta
en ese sitio una sastrería.
La primera imprenta que funcionó en
Cúa, fue propiedad del periodista Emar P. Carvallo Camero a comienzos de los
años 60, ubicada en la calle El Carmen con Lecumberry. En el año 1970, traslada
su imprenta desde San Casimiro, Don Pedro Rafael Parra, con la finalidad de
imprimir el periódico Reto 70, Esta empresa familiar estuvo primero ubicada en
la Calle José María Carreño, posteriormente a la calle Comercio.
Los más famosos sastres de Cúa,
durante el siglo XX fueron el viejo Guillen y Rivero. Famosos por sus
liquiliques y fluxes en lino irlandés y casimir inglés, costaba 100 bolívares
un liqui liqui y se pagaba por cuotas de 10 bolívares. Las mejores costureras y
fabricantes de camisas eran las hermanas Santaella en la Plaza Zamora.
Los barberos reconocidos durante el
siglo XX fueron Don Ladislao Serrano, Don Antonio Mijares, La Barbería El Sol
de Don León Guzmán y Don Gervasio. Posteriormente llegan a Cúa, dos italianos,
provenientes de Sicilia los señores Claudio Rocco y Salvador Castronovo, hoy
día hay varias barberías de muy buena calidad.
Don Juan José Hernández, adquirió la antigua Bomba de
gasolina de Don Panchito Manzo en los Corrales, además de estación de servicio
y lavado engrase de vehículos, tenía también venta de repuestos automotrices,
este negocio los adquiere Don Manuel Vicente Monasterios Fonseca en los
años sesenta, Don Juan José construye la
Bomba estación de Servicio de Aparay, lastimosamente le sorprende la muerte y
dicho fondo comercial los adquiere Don Chucho Requena, una familia procedente
del Guárico, que se asienta en Cúa por varias generaciones, Su padre Don Ramón
Requena es uno de los fundadores del viejo Hospital Dr., Osío, fue Presidente
del Concejo Municipal de Cúa en la década de los 30, su nieto Dr. Antonio
Requena Padrón fue Presidente del Concejo
entre 1984 y 1990, el último con esa
denominación, pues a partir del 90 aparece la figura del Alcalde Municipal. Don
Chucho también fue propietario de una tienda frente a la Plaza Zamora, donde
hoy se encuentra ubicado el supermercado de Don Luis Pontes, un portugués con
más de 40 años en Cúa.
La famosa Estación de Servicio
“Urdaneta” fundada por la familia Acosta Quiroba, estuvo el señor Antonio Pino
quien la traspasa a familia
Calero, Juan padre e hijo y Ramón Luis
(f).
Frente a la Bomba de los Tres Palos, como
popularmente denominaban es lugar, tuvo un negocio muchos años el señor José
Bustamante, posteriormente del señor Gregorio Arciles.
En la década
de los años 50 llegan a Cúa una generación de italianos, que van a contribuir a
modernización del pueblo. Recordamos a Don Antonio Minicozzi, un cueño de
corazón, sus restos están en Cúa por deseo expreso y cumplimiento de su
voluntad, fundó una moderna Zapatería y construyó el primer edificio de los
Valles del Tuy. Don Mario Valetta, comerciante. Con su negocio en la calle Cruz
Verde y experto constructor. Don Miguel Pacifico, con su establecimiento,
durante largos años en la Plaza Zamora, al igual que Don Mateo Garófalo. Dos
socios que aportan mucho al crecimiento de la población son Don Octavio
Romanelli y Don Miguel Videtta, además de comerciantes construyen los Edificios
Ocsami y San Rafael. Don.Rosario Yemola comerciante y fundador de una familia
cueña. Don Pepino ubicado frente al cementerio de Cúa.
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Don Mario Valetta |
José Jardín llega a Cúa a comienzos del año 60 e
instala un Supermercado en la antigua casa de los Angelinos donde habían tenido
negocio los alemanes y Don Pablo Sierra, posteriormente construye el edificio
Florida en la vieja casa de las hermanas Lugo.
En la misma
década de los 60 Don Juan Regalado, propietario de la Hacienda Marín, monta un
frigorífico moderno en los locales construidos por la municipalidad en el cruce
de la calle la Gruta con San José y lo denomina como su Hacienda Marín,
posteriormente llega Cúa Don José De Abreu y funda el Supermercado más moderno de los Valles del Tuy, con el
mismo nombre de Supermercado Marín, conjuntamente con José vinieron varios
hermanos como Avelino (f), propietario
del Salón de fiestas y licorería Rey David en los antiguos Corrales.
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El comercio hoy es una actividad condenada a muerte Es bueno recordar que no fue así y que este triste presente pasará. |
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