La viejas pulperías y el comercio cueño en el siglo XX

   Las viejas pulperías y el comercio de mi pueblo.
Calle Comercio de Cúa frente a la plaza Bolívar

Crónicas de ayer en un presente muy duro.

                                                                                                                                     Colaboración de Juan Orlando Duc.
Las crónicas y los historiadores han sido un poco mezquinos al describir el origen, la fundación y el crecimiento de nuestras ciudades y pueblos, colocando en lugar muy oculto, tal como si fuese pecado hablar de las pulperías y los pulperos. La verdad es que en un pueblo podían que pasar años para construir el templo, la casa de gobierno, la cárcel y el hospital, pero desde el primer día estaba el pulpero como centro económico de la nueva ciudad, para garantizarle a la comunidad el suministro de los comestibles y el estipendio de alcoholes a la nueva población.
Tienda La Azucena la decana del comercio tuyero.

Los hidalgos que llegaron de la madre patria consideraban el trabajo en general como una actividad impropia de su condición aristocrática. Un caballero español, un noble aunque fuese de baja categoría jamás se podría dedicar a profesiones reservadas a las clases bajas. Pulpero, médico, artesano, agricultor no eran las profesiones de los “hijos de alguien” o hidalgos. Ellos podían pertenecer a Las Milicias de Blancos, hacerse curas o letrados en leyes. Para los trabajos manuales estaban los esclavos. Para la pulpería llegaban los canarios (Nativos de la islas Canarias). Eran los isleños los pulperos, los mayordomos de las haciendas cacaoteras, los arrieros que llevaban y traían mercancías. Eran los cosecheros medianeros. Los fundadores de pueblos. Los Tenientes de Justicia. Jueces de Comisos, como Juan Francisco de León, canario fundador de Panaquire, en la región de Barlovento y cabeza visible del alzamiento de hacendados y cosecheros contra el monopolio impuesto por la Real Compañía Guipuzcoana en el siglo XVIII.
Calle José María Carreño.

F. Depons, viajero francés, investigador y cronista nos describe la pulpería caraqueña de comienzos del siglo XIX:”Su surtido consiste en cerámica, quincalla barata, herramientas, vinos, azúcar, jamón, grasas, frutos secos, queso, tafia, etc. Sobre otras tiendas tiene la ventaja de no estar obligadas a cerrar los días de fiesta y los domingos. Son tan necesarias que hay que tenerlas abiertas desde el alba hasta las nueve de la noche. (….)Para no engañarse, no hay objeto que se venda con menos del ciento por ciento de beneficio, a menudo el doble o el triple. Es así, a costa de detalles desagradables y penosos como se  echan las bases de fortunas que no se dan en ningún otro oficio”. (1)
Las grandes fortunas amasadas durante el período colonial están atadas a la producción de cacao y añil con la explotación mano de obra esclava y a la venta de mercancías a través de  las pulperías y tiendas. Los” grandes cacaos” o los mantuanos eran propietarios de estos expendios de mercancías, pero tenían prohibido atenderlas, para lo cual siempre contaban con los emigrantes canarios. Éstos casi siempre terminaban montando pulpería propia. En la historia colonial hay casos muy interesantes como el terorense (Gran Canaria) Don Bernardo Rodríguez del Toro ( Primer Marqués) quien además de gran hacendado, era mercader importador y exportador, armador propietario de barcos mercantes y propietario de una cadena de pulperías y tiendas en las principales ciudades del país. Todas atendidas por sus paisanos. Don Juan Vicente Bolívar y Ponte, el padre de Simón Bolívar, era propietario en el puerto de la Guaira, específicamente en el callejón Muchinga, detrás de la casa de Compañía Guipuzcoana de varios almacenes para surtir de mercancía importada el comercio caraqueño, además de ejercer el cargo de oficial real (Agente aduanero para controlar el contrabando). (2)
Publicidad de la tienda La Azucena del año 1932 ,periódico Cué

Muy conocido es el caso del canario Don Sebastián Francisco de Miranda, portuense (Puerto de la Cruz), padre del Precursor Generalísimo Don Francisco de Miranda, quien era un mercader con una tienda de géneros alternada con víveres, se le acusa de indigno de portar el uniforme y distintivos de la Milicias de Blancos, por su condición de pulpero y amasador de pan (Panadero). La sociedad colonial era totalmente estamentaria, muy rígida en los usos sociales. (3)
Reunión de la Asociación de Comerciantes de Cúa 1967

Por decisión del Consejo de Indias, el 20 de diciembre de 1804 estableció la diferencia entre bodegueros y pulperos, considerando que la bodega se dedica a las mercancías importadas  (Mayoreo). Los pulperos estaban en el último escalafón de la sociedad colonial venezolana.
La Independencia nacional, en los primeros años de gran violencia, tuvo como protagonistas algunos pulperos que cambiaron el mostrador por las armas. José Tomás Boves, fue un exitoso comerciante radicado en Calabozo. Francisco Rosete, el azote de Ocumare del Tuy en el pavoroso año de 1814, era un aventajado pulpero en el pueblo de Taguay.  El General Ezequiel Zamora, máximo caudillo militar de la Guerra Federal en 1859, también fue un próspero pulpero de Villa de Cura.

La pulpería durante el siglo XIX y parte del siglo XX era el alma de las comunidades, allí lo mismo se vendía una libra de tasajo, o un kilo de queso; se discutía del último alzamiento de algún caudillo colorado o azul; se leía la prensa nacional; se prestaba dinero a interés; se jugaba en la trastienda una partida de dominó, de blanco y negro; se jugaba  a los gallos de pelea, o se apostaba al boche clavado en el anexo campo de bolas criollas. Es cierto que su actividad era machista, las damas debían estar en su casa y jamás pisar esos “clubes masculinos” llamados pulperías. Generalmente el padre de familia era el encargado de realizar las compras personalmente. Las muchachas del servicio también realizaban las compras y recibían los bonos, cartoncitos donde se marcaban los gastos hechos, por ejemplo si se gastaba un bolívar se le anotaba un bono de seis céntimos. Estos bonos se cambiaban por efectivo, también se gastaban en la misma pulpería. A los muchachos que también hacían los mandados se les daba la ñapa, la cual podía ser un caramelo, “rule” como le decían al papelón, o San Simón que era papelón con queso blanco llanero.
Bodega La Esperanza de Don Luís Ricardo Ramos.

 En las pulperías se fiaba algunas personas que trabajaban y cobraban semanal o quincenal, religiosamente los sábados o el fin de quincena se cancelaba, porque si no le cortaban el crédito. El “fiao” se aplicaba a personas selectas, en todas las pulperías había letreros muy grandes, aunque mucha gente no sabía leer, que confirmaban la imposibilidad de la compra a crédito



Aquí murió el fiar /y el prestar también murió /Porque lo ayudó/a morir el mal pagar.
Otro impreso decía en letras grandes y negras:
Si fio pierdo lo mío/ Si cobro, al cobrar molesto/ y para librarme de esto/Ni fio, ni doy, ni presto.
Hoy no fío, mañana, sí.
El que fía no está, salió a cobrar.
Sólo confiamos en Dios los demás pagan de contado.
El que fiaba murió  saludos le dejó.
Sólo le fiamos a los mayores de cien años que traigan a sus abuelos como fiadores.

El clásico de todos los avisos una policromía, por el vestuario se podía deducir que eran norteamericanos. El cuadro generalmente enmarcado con veradas de caña amarga, dividido por la mitad, del lado izquierdo un personaje arruinado, flaco, con ropas roídas, las manos en la cabeza, rodeado de ratas y papeles, con la caja fuerte vacía y el letras arqueadas las palabras: “Yo vendí a Credito” y del lado derecho un personaje gordo , bien vestido, reflejando bonanza, con la caja de caudales llena que decía:” Yo vendí al contado”.
Don Ramón Espinoza en la Bodega Mi Consuelo

La mejor ubicación de las pulperías era en las esquinas de la cuadra, porque tenían tres o cuatro puertas por el frente y una por la esquina. El mostrador de madera ocupaba todo lo ancho, dejando un espacio para los clientes, en los andenes, generalmente de ladrillo se habían  adosado unas argollas donde se amarraban los burros y las mulas, utilizados como transporte de mercancias, al final del día había un muchacho encargado de recoger los cagajones que dejaban las bestias.
Contra la pared estaban las armaduras de madera donde se colocaban en orden pre-establecido gran parte de la mercancia. Papelones, botellas de ron, aguardiente legal, pues el de contrabando estaba en una caleta, cerveza, anis del mono,, vino tinto. Había en la armadura un departamento especial para las velas, unas eran de cera y otras de cebo, estas últimas estaban colgadas en un especie de racimo. Al lado los mazos y las cajetillas de cigarrillo, los tabacos artesanales, junto al papel de escribir, los sobres, los lápices,las plumas y las plumillas, la tinta.
Comercio cueño durante el siglo XX.Comercialmente la población de Cúa empieza a tener renombre e importancia en la década de 1870, el gobierno del General Guzmán Blanco inaugura el camino carretero de Caracas hasta San Casimiro, lo cual permite un mayor acercamiento de la región llanera, Cúa se transforma en punto de llegada de los arrieros llaneros que traían el ganado para alimentar la capital. Las fincas cueñas servían de sitio de engorde, para recuperar un ganado que había hecho una travesía hasta de 500 kilómetros a pie, desde el Cunaviche o el Arauca, antes de llegar al Matadero. Al mismo tiempo los trashumantes del ganado consumían y compraban provisiones, aperos, telas, sombreros, sal, machetes marca “Colin”, escopetas, balas, licores como el Ron Mahoma y el Brandy Domecq y productos, en varias casas comerciales como Santana Hermanos. Esta casa comercial estuvo ubicada en el plan de San José, hoy Plaza Bolívar, Donde muchos años después estuvo ubicado el famoso Hotel Bolívar, propiedad de Doña Luisa Requena, hoy está en ese lugar el edificio Gino. Diagonal estaba la casa comercial de los Hermanos Heidrich, alemanes, (En Cúa habían 11 alemanes en 1874). Estos alemanes tuvieron un encuentro memorable con otro comerciante de la época, llamado Manuelito Barco, quien tenía su casa en la calle de la Cruz Verde. Las diferencias se presentaron por un derecho de paso o servidumbre que los Heidrich negaban a Manuel, quien necesitaba pasar por la finca  Onza para llegar a Las Yaguas. La situación había llegado a un estado de tensión tal, que los alemanes resolvieron atacar a Manuelito Barco, mediante una emboscada que le montaron en la calle Comercio de Cúa. Manuelito venia por la esquina de la calle la Gruta, (actualmente frente a la tienda la Azucena) y los hermanos alemanes estaban ubicados dentro de su negocio, situado en la calle Comercio cruce con calle La Florida. El primer disparo lo hacen los alemanes y Manuelito cae herido, sin acobardarse, saca su arma y dispara contra sus agresores, con el primer disparo da en la frente de Ricardo Heidrich, matándolo. El segundo disparo saca de circulación a Pedro  Heidrich y con el tercer tiro hiere gravemente al  hermano menor de los   Heidrich. La  valentía y puntería  salvaron a Manuelito  de una muerte segura y nació la leyenda de puntería y la hombría de este cueño, su fama se regó por todos los caminos y los alemanes que quedaron vivos se marcharon de Cúa. (Tradición oral)
Publicidad dela Bodega La Esperanza 1970

De ese período fueron famosos las casas comerciales de Los del Ollo, Los Quiroba, Manuel Fonseca, los Castillo, los Medina, Sebastián García, en la esquina de la plaza Zamora con el Malabar, posteriormente funcionó un bar de Luciano García. Sixto Carreño, Francisco (Panchito) Manzo, con la primera bomba de gasolina de Cúa en los Corrales a comienzos del siglo XX, a finales del siglo XIX esta casa fue de unos alemanes. En ese sector también funcionó el negocio y posada de los Hernández. Cúa según el Censo oficial de 1873, ordenado por el General Guzmán Blanco, tenía 2 panaderías, 2 sastrerías, 2 platerías, 4 carpinterías, 3 herrerías,  1 latonería, 1 tenería, 3 alfarerías, 1 destilería y  1 horno de cal.
Dos emblemáticas casa comerciales de Cúa El Demócrata de los hermanos Delgado y La Casa Amarilla de Antonio Mirabal.


                                      
             
Santana Mirabal fundador de la Casa Amarilla heredada por sus hijos Antonio y Pepe Mirabal, hoy funciona allí una panadería. Ubicadas también en la plaza Zamora Juan Ibarra y Brígida, frente a la alpargatería de Don Julián González, Allí estuvo la dentistería de Don José Antonio Omaña, En la calle San José fue famosa la carnicería de Don Gustavo Delgado y su hermana Doña Emma Martínez, otras carnicerías donde se podía comprar el kilo de carne de primera para parrilla a 1,25 el kilo, el marrano a 2,50 y los huesos para la sopa te los daban de ñapa Don  Justo Moreno y  Don Jesús María González en la calle Comercio. En el local del viejo mercado Don Arturito Agraz
Mercado de Cúa.

              
Carlos Caballero comerciante propietario de la Casa Rosada, conjuntamente con su hermano Tulio Caballero. A finales del siglo XIX perteneció a Don Emilio D´Amelio, era Mayor de víveres. El negocio al detal  de la Casa Rosada lo vende Don Tulio Caballero a Don Régulo Tovar, quien llega a Cúa de la Victoria y se instaló primero en Marín y luego en Plaza Bolívar y hace cueño por amor a esta tierra., dejando una hermosa familia. .Recordamos laborando en La Casa Rosada al señor Ramón Elías Solórzano, fallecido trágicamente el 17 de diciembre de 1950, personaje popular y muy querido en aquella época. El popular José Rafael Guzmán, el Señor Oscar Caballero C.
En la gráfica Derecha -izquierda Don Carlos Caballero acompañan Los hermanos Guardia, Elías Genaro Acosta entre otros.

En la Plaza Bolívar funcionó en 1.930 el bar más grande del Tuy, (45 Mesas) en la vieja casa del cruce de las calles Florida y Comercio, gerenciado por el señor Lope Díaz Sánchez, (cuñado de Don Teodosio Angelino) Frente a la Plaza también funciono un bar en los últimos años de la década de los 40 y comienzos de los 50, regentado por Don Arturo Borges Aquino, Al lado de donde hoy está Banesco. Vendían además de la cervezas Caracas y Polar con sus clásicos botellones y media jarra, cerveza Unión, ron Santa Teresa y aguardiente El Yagual.
Don Natalio Maurell


 Don Domingo Pérez, el padre de los Pérez Uzcanga, tiene al final de la calle el Malabar, negocio con el más variado surtido de la época, además de los típicos productos vernáculos como el queso llanero o de cincho, también vendían el queso amarillo holandés, las sardinas y el salmón y la carne de buey enlatados, los cigarrillos Victoria, Doble Águila, Sport y el Bandera Roja, los cuales se expendían en mazos, el tabaco en rama y el chimó, el “Maíz-Oriza” de los Hermanos Conde y la famosa Maizena Americana de Alfonso Rivas y Cia. La mantequilla importada “Brum”, las hojillas marca Gillette y el famoso “Flit”para matar mosquitos y zancudos con la bombita de mano. Posteriormente este negocio pasó a manos de del popular “Manazo”con el nombre de bodega Michoacán, famoso por su frito y chicharrón
Especial mención merece un comerciante que nació en San Francisco de Macaira,quien llegó de Ocumare del Tuy: el señor Pablo Sierra, quien tuvo por muchos años un fondo de comercio, en el mismo sitio donde ocurrió el lance entre los alemanes y Manuelito Barco en la calle Florida cruce con Comercio, casa de los herederos de Don Doroteo Angelino. Con Pablo Sierra llegaron a Cúa dos muchachos que con los años pasarían a ser destacados comerciantes y respetables padres de familia cueñas Don Natalio Maurell y Don Ramón Espinoza.
Don Pablo Prado, la última pulpería de aquella Cúa que se nos fue.

 Don Natalio, nativo de San Francisco de Macaira, funda una gran familia cueña y le brotan sus raíces en esta tierra, se asoció durante un largo período con otro personaje del comercio, quien fue maestro de escuela, Presidente del Concejo Municipal de Cúa y fundador de una gran familia nos referimos a Don Arturo Borges Aquino. Ellos fundaron la firma Maurell y Borges en el ramo de ferretería que funcionó muchos años en la esquina de la calle la Gruta con Comercio, en la misma casa adonde funcionó posteriormente el negocio de las tertulias deportivas de Don Carlos Marín.   
 Don Ramón Espinoza compró el negocio de otro veterano y respetado comerciante de Cúa Don Blas Santaella en la esquina de la calle San Rafael con Calle Carreño. Hoy Supermercado San Rafael. En aquellos años llegó a Cúa las marcas de leche en polvo Klim, Nido y Denia, los refrescos embotellados además de Coca cola y Pepsicola, la cola Bernotti, la cola Bambi, la cola negra Bidú, la Lucky Club, Misión, Orange, la Chicha A1, el Milkao, la Crema Soda, y los refrescos marca Anauco. El producto Harina de Maíz marca Pan aparece en 1961.

Un negocio muy importante a comienzos del siglo XX fue el “Tesoro Escondido” del señor Luis Díaz, ubicado en la casa donde funcionó el viejo hospital Dr. Osío, hoy liceo de la Calle Florida. Otro comerciante de larga data en la población de Cúa fue Don Rafael Delgado con el Bar Restaurant y Posada El Demócrata, el último lugar donde se pudo comer en estas tierras la legítima comida criolla, representada por platos como el cochino frito, el hígado molido, las caraotas refritas, el bistec encebollado y el sancocho.
El decano de las viejas bodegas de Cúa, recientemente fallecido Don Pablo Prado, en la esquina, que debería llevar su nombre, en la calle Zamora, como homenaje a la perseverancia de 45 años detrás de un mostrador, sirviendo a su pueblo.
Publicidad de la bodega de Don Blas Santaella
1932
A comienzos del siglo XX frente a la plaza Bolívar funcionaba un bar, con gallera del señor Abraham García, padre de la gloria de nuestras letras el Dr. Miguel García Mackle. El llamado “Bar Caracas” que luego perteneció a al señor Justo Romero y Otilio Osorio, este ultimo también tuvo su negocio en la esquina de la Plaza Bolívar junto al famoso cotoperí.

En la década de los 30 llegaron a Cúa dos hermanos de origen rumano, Leonardo y Samuel Chisters, tuvieron negocios de víveres compra de frutos menores y venta de gasolina y repuestos para autos y camiones. Don Luis Ricardo Ramos y sus hijos tuvieron un negocio de víveres que duró varias décadas en la calle Cruz Verde .Allí se vendían las mejores alpargatas del Tuy. El recordado “capitán” Don Rafael Serrano conjuntamente con su señora esposa y su suegra Doña Amada, que tenían su Restaurant de comida criolla y su posada familiar, diagonal a la Plaza Bolívar. A la salida del callejón del rio, Don Chucho Carles al pie de la ceiba, también estuvo en ese lugar  Don Néstor  Chávez.
Las antiguas “Boticas” o Farmacias de Cúa, donde además de la elaboración de la medicina pues pocos eran los llamados patentados, como las Píldoras del Dr. Ross para el estreñimiento, cuyo lema era “chiquitas pero seguras “Llegaban algunos patentados importados como La Cerevisina para mejorar la actividad cerebral, más adelante se empleaba para este mismo fin la Fitina, recordamos el Elixir “Peregrino” los purgantes de aceite de ricino y tártaro .conocidos como “tiro seguro”, los tubos esterilizados “Clin” o ampolletas, la Emulsión de Scott.”La del hombre con el Bacalao” Vendían como elementos de tocador los jabones Heno de Pravia, Romero y Reuter, la Glostora ,el Moroline y el Bilcrem como fijadores para el pelo y las damas con el polvo Sonrisa, los perfumes Maderas de Oriente y Pachulí, el Champú Halo y la loción Carmela y el Bes-tone para las cana;. Los caballeros usaban el agua de colonia marca Jean Marie Farina.





  Boticarios, como Don Francisco López y sus ayudantes tenían que hacer pomadas, tomas o pociones, pastillas, linimentos y demás formulas para quienes buscaban la curación de los más variados males, también tenían que hacer de médicos recetando a los pacientes, los cuales tenían más fe en Don Julián H. Carías, el boticario más antiguo de Cúa, en Don Carmelo Arteaga, por los años cuarenta, Don José Perdomo el fundador de la Farmacia San José. Don José Manuel Medina Serrano conocido popularmente como “Machete”, posteriormente pasa a manos de Don Miguel Heriberto Bello García, quien además fue Presidente del Concejo Municipal, durante los últimos años del Gobierno de Pérez Jiménez y luego es adquirida por el Dr. Rizo. Hoy Cúa tiene varias farmacias modernas y eficientes.
En los primeros años del siglo XX  llega Cúa, procedente de Palestina un primo de del líder del movimiento de Liberación Yasser Arafat y se radica en estos valles tuyeros, casándose y fundando su mejor patrimonio: una hermosa familia, Don Nazario Dugúm Flejan, trabajó toda su existencia en actividades comerciales y fallece a los 95 años en 1.998.
En el año 37 llegan al Tuy un grupo de familias procedentes de Cuba, para fundar con el auspicio del Gobierno de López Contreras, en tierras gomeras la colonia agrícola Mendoza, entre otros vino un joven lleno de esperanzas y con un gran deseo de superación, se vincula esta población con tal cariño, que jamás dejo esta población, se casó y fundó una gran familia, se trata de Don Domingo Borges Gómez, quien fue nombrado primer Prefecto de Cúa, del período democrático, pues anteriormente se le llamaba Jefe Civil. Fundó la primera Fábrica de Hielo de la Región “Hielo Cristalino”. .

Don Eligio Tovar tuvo su Bodega en la calle San José donde se vendían los sabrosos heladitos de a locha, de diversos sabores y al lado el popular Don Candelario, conocido de todos como el “Maestro Candela “el lugar de encuentro en las misas de aguinaldo para el consumo de las sabrosas arepitas de anís y el cafecito de las frías madrugadas
La tienda La Azucena, en la esquina de la calle La Gruta con calle Comercio, representa en la actualidad un icono, conjuntamente con La tienda La Negrita de la esquina del Viento. Estos dos fondos comerciales se llevan el decanato en Cúa. La Azucena fundada por Don Humberto Caballero y la tienda La Negrita de Don Ladislao Serrano. Quien tuvo  una  barbería en la Plaza Zamora y pasó a manos de famoso barbero Don Antonio Mijares. Otro negocio de vieja data en Cúa y frente al cual esta su propietario Don Trino Leicega, conjuntamente con su hijo Tiburcio: el Abastos Pueblo Nuevo”
Don Efraín Rodríguez, llega a Cúa  de la vecina población de Tácata y funda un mayor de víveres y una torrefactora de café, en la vieja casona del sector el Silencio de Cúa, sus hijos se incorporan, ayudando a su padre a esta actividad, Hoy día los hijos de Don Efraín han diversificado sus acciones, desarrollando empresas comerciales y agroindustriales de gran empuje económico, siempre vinculados a esta población.
Los muchachos de los años cincuenta y sesenta recuerdan con cariño y nostalgia los sabrosos caramelos o “pirulís” fabricados artesanalmente por Doña Vestalia de Rodríguez, primero en la Calle Lecumberry y posteriormente en San José
Don Antonio Naranjo, un canario, funda en la plaza Zamora un mayor de víveres, en la antigua casa de la escuela María de Jesús Castillo hoy sus hijos también están dedicados a las actividades comerciales en esta población.
Todos los domingos se colocaba frente a la Iglesia Doña Gumersinda Villegas  la famosa dulcera con su gama de dulcitos criollos a locha y a medio: besos de coco, conservitas, pan de horno, polvorosas, guargueritos y recortados, catalinas o cucas, papeloncitos y al lado el famoso “raspadero” Juan “Pescuezo” para calmar la sed. Con sus raspados de colita, tamarindo y frambuesa

Manuel Antonio Bárcenas, constructor del primer cine moderno de Cúa y propietario de un Bar que marcó historia en la vida cueña, el archifamoso “Bar El Polo”, que estuvo situado frente a la plaza Bolívar. También fue propietario de este bar el señor Claudio González Siempre bien atendido por el recordado Luis “Sardina” y “Rebulicio”.Los otros bares de fama en Cúa fueron el santuario del tango de Don Ángel Luciano García, con su “Bar Continental”, en la esquina de la plaza Zamora. Frente al Bar de Luciano estuvo el famoso “Bar de Cholito”, también se conoció con el nombre de “Dos Gardenias “perteneció a Doña Trina Rojas, en el año 49 lo adquiere Don Enrique Duc y Doña Lola, luego el señor José Chaves, de nacionalidad portuguesa y en el año 55 Don Miguel Borrajo y Doña Alejandra, de grata recordación por su bondad y calidad humana. Posteriormente este negocio perteneció al señor Marcial Encarnación Bernal, hoy es El Palacio de las Pastas. En la Cruz Verde el Bar de Oscar Paz, con su famoso licor vernáculo “El Zamurito”El bar Aparay de Don Jesús Reverón, con su inmensa cancha de bolas criollas y en el antiguo terreno de juegos, posteriormente polideportivo de Aparay.                   

En la Cruz Verde tuvieron negocios Don Sebastián Sotillo, en casa de Don Lope Díaz, en la casa de los Alfajores, propiedad de la familia Díaz, funcionó un negocio del señor Abraham García, posteriormente del señor Barreiro. También tuvo  negocio en la Cruz Verde, Don Pedro Díaz, padre de una gran familia de cueños. Doña Ana Teresa Mirabal, llegando al puente Gómez, con su vieja posada para comer platos típicos de la zona. En la calle El Carmen destacan tres negocios, La bodega de Francisco "El Diablo" García, Doña Herminia de Mirabal y Los Corrales de Manuel Monasterios.
Don Dilio Alfonso desarrolla su actividad comercial en la calle Comercio, durante varias décadas,  su esposa e hijas, conjuntamente con propietarios del Taller Meridional, construyeron el Centro Comercial Sorasisol. Don Pedro Quintiliani tiene su tienda en la antigua casa de Don Dilio, Los Quintiliani, Pedro, Toni y Luis llegaron a Cúa de la región de Abruzzo en Italia y se dedican al ramo de tienda, con venta de calzado y confecciones. Recordamos de distintas épocas los Zapatos Rex, Súper y Suela Espuma
En esa misma cuadra Tuvo un negocio de tienda Don Miguel Rojas Espinoza. Posteriormente el señor Armando Rocco monta en ese sitio una sastrería.
La primera imprenta que funcionó en Cúa, fue propiedad del periodista Emar P. Carvallo Camero a comienzos de los años 60, ubicada en la calle El Carmen con Lecumberry. En el año 1970, traslada su imprenta desde San Casimiro, Don Pedro Rafael Parra, con la finalidad de imprimir el periódico Reto 70, Esta empresa familiar estuvo primero ubicada en la Calle José María Carreño, posteriormente a la calle Comercio.
Los más famosos sastres de Cúa, durante el siglo XX fueron el viejo Guillen y Rivero. Famosos por sus liquiliques y fluxes en lino irlandés y casimir inglés, costaba 100 bolívares un liqui liqui y se pagaba por cuotas de 10 bolívares. Las mejores costureras y fabricantes de camisas eran las hermanas Santaella en la Plaza Zamora.
Los barberos reconocidos durante el siglo XX fueron Don Ladislao Serrano, Don Antonio Mijares, La Barbería El Sol de Don León Guzmán y Don Gervasio. Posteriormente llegan a Cúa, dos italianos, provenientes de Sicilia los señores Claudio Rocco y Salvador Castronovo, hoy día hay varias barberías de muy buena calidad.
Don Juan  José Hernández, adquirió la antigua Bomba de gasolina de Don Panchito Manzo en los Corrales, además de estación de servicio y lavado engrase de vehículos, tenía también venta de repuestos automotrices, este negocio los adquiere Don Manuel Vicente Monasterios Fonseca en los años  sesenta, Don Juan José construye la Bomba estación de Servicio de Aparay, lastimosamente le sorprende la muerte y dicho fondo comercial los adquiere Don Chucho Requena, una familia procedente del Guárico, que se asienta en Cúa por varias generaciones, Su padre Don Ramón Requena es uno de los fundadores del viejo Hospital Dr., Osío, fue Presidente del Concejo Municipal de Cúa en la década de los 30, su nieto Dr. Antonio Requena Padrón fue Presidente del Concejo
entre 1984 y 1990, el último con esa denominación, pues a partir del 90 aparece la figura del Alcalde Municipal. Don Chucho también fue propietario de una tienda frente a la Plaza Zamora, donde hoy se encuentra ubicado el supermercado de Don Luis Pontes, un portugués con más de 40 años en Cúa.
La famosa Estación de Servicio “Urdaneta” fundada por la familia Acosta Quiroba, estuvo el señor Antonio Pino quien la traspasa a  familia Calero, Juan  padre e hijo y Ramón Luis (f).
 Frente a la Bomba de los Tres Palos, como popularmente denominaban es lugar, tuvo un negocio muchos años el señor José Bustamante, posteriormente del señor Gregorio Arciles.
En la década de los años 50 llegan a Cúa una generación de italianos, que van a contribuir a modernización del pueblo. Recordamos a Don Antonio Minicozzi, un cueño de corazón, sus restos están en Cúa por deseo expreso y cumplimiento de su voluntad, fundó una moderna Zapatería y construyó el primer edificio de los Valles del Tuy. Don Mario Valetta, comerciante. Con su negocio en la calle Cruz Verde y experto constructor. Don Miguel Pacifico, con su establecimiento, durante largos años en la Plaza Zamora, al igual que Don Mateo Garófalo. Dos socios que aportan mucho al crecimiento de la población son Don Octavio Romanelli y Don Miguel Videtta, además de comerciantes construyen los Edificios Ocsami y San Rafael. Don.Rosario Yemola comerciante y fundador de una familia cueña. Don Pepino ubicado frente al cementerio de Cúa.
Don Mario Valetta
José  Jardín llega a Cúa a comienzos del año 60 e instala un Supermercado en la antigua casa de los Angelinos donde habían tenido negocio los alemanes y Don Pablo Sierra, posteriormente construye el edificio Florida en la vieja casa de las hermanas Lugo.
En la misma década de los 60 Don Juan Regalado, propietario de la Hacienda Marín, monta un frigorífico moderno en los locales construidos por la municipalidad en el cruce de la calle la Gruta con San José y lo denomina como su Hacienda Marín, posteriormente llega Cúa Don José De Abreu y funda el Supermercado  más moderno de los Valles del Tuy, con el mismo nombre de Supermercado Marín, conjuntamente con José vinieron varios hermanos como Avelino (f),  propietario del Salón de fiestas y licorería Rey David en los antiguos Corrales.

El comercio hoy es una actividad condenada a muerte Es bueno recordar que no fue así y que este triste presente pasará.











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