PULPERIAS Y PULPEROS DE CHARALLAVE
Muchos de esas viejas y antiguas casas comerciales de
Charallave han resistido el embate de los tiempos modernos.
La inmigración europea que acabó con casi todas las
pulperías citadinas y provincianas de nuestro país, al traernos los grandes
abastos y supermercados, en Charallave, pese a su creciente desarrollo
experimentado a partir de los años setenta, en diversos sectores locales
perduran las antiguas bodegas o pulperías, que a muchas de ellas llamaban
despectivamente "ratoneras". Y con razón, porque en la mayoría de
ellas casi nunca faltaba un gato durmiendo sobre un extremo del mostrador o
sobre la silla forrada en cuero de chico en la que se arrellenaba el dueño o
encargado del negocio.
Detrás de esos desvencijados mostradores, donde los
cambures maduraban en toneles de madera con carburo, se expendían caramelos y
de daban "ñapas" de queso y papelón por cada compra al detal; se
encontraban unos personajes de singular estampa y reputación.
En muchas de esas pequeñas casas comerciales se
apreciaba el tradicional y cursilísimo cartelito donde se leía, al igual que en
muchos negocios de nuestros días: "Hoy no fío, mañana sí".
ENTRE LAS MAS ANTIGUAS
Existen referencias de una pulpería denominada
"Parapara" que funcionaba para el año 1835, en el sitio del mismo
nombre, ubicada en la ruta que el antiguo camino de recuas que unía a Caracas
con Charallave; y que pasando por El Valle, La Cortada de El Guayabo, Maitana,
Los Anaucos, bajaba por Caiza y luego subía al lugar denominado "Parapara"
en Las Brisas del Tuy., donde estaba la pulpería y de allí seguía por Tierra
Blanca hasta caer en una de las entradas principales de Charallave, situadas en
el sector El Placer. (*).
También se hace referencia de la pulpería "El
Banquillo" situada cerca del puente a la entrada de Charallave, fundada en
el siglo XIX, y la que supuestamente perteneció al indio realista José Dionisio
Cisneros, conocido como "El Bandido Cisneros", quien asaltó en varias
oportunidades, a sangre y fuego, estos pueblos de Los Valles del Tuy, al grito
traicionero de "En nombre de Dios y del Rey", hasta que lo fusilaron
en la Plaza principal de Villa de Cura, el día 13 de Enero de 1847.
Esta pulpería la tenía "El bandido Cisneros"
en sociedad con el también defensor de la causa realista Vicentico González,
donde el temible guerrillero se abastecía de armas, municiones, pólvora y
aguardiente.
Algunos historiadores afirman que una rama del
apellido Cisneros de Charallave son descendientes de este connotado realista
nativo de Baruta, cuya mujer había sido raptada en este pueblo; así como
también se dice que la esposa del extinto y siempre recordado Don Ramón
Figuera, hermano del músico Aquiles Figuera, era descendiente del Indio
Cisneros.
LAS VIEJAS PULPERIAS
Entre esas antiguas pulperías se recuerdan además
"La Estación" de Samuelito Arocha; y "Las Brisas del Tuy"
perteneciente a Antonio Burgos, situada en el sitio de "El Brinco"
(hoy Calle 13.Luis Eduardo Egui); "La Central" de quien fuera Juez del
pueblo durante varios años, Luis Beltrán Guerra, la cual estaba ubicada donde
actualmente funciona "Licochara" en la esquina
(*) Ver Anuario de Caracas, 1835. En Sección de Amigos
del País. T.l. pags. 265 y 273).
Que forman la Av.3-Bolívar y la Calle "Gustavo
Farrera-, en el lugar que hasta los años sesenta se denominó "La Cueva del
Sapo", donde además funcionaba el Restaurant de Manuel Castro y la fábrica
de adobes de Vicente Ferráez.
En la Calle Atrás o La Estación estaba la pulpería
"El Porvenir" de Lázaro Castro; y "El Parnaso" de Emilio
Higuera, padre de Rafael Emilio y Dimas Higuera, que estuvo ubicada casi al
frente donde se construyó el Salón Parroquial durante la administración
regional del gobernador Alberto Silva Guillen en el período 1962-1964.
En esta misma calle, cruce con el boulevard
"Evencio Gámez", donde funciona actualmente la panadería "La
Marqueseña", en el mismo lugar que sirvió de residencia de la familia de
don Eladio Vargas, abuelo del doctor Arnaldo Arocha, funcionó la célebre
panadería de don Jesús María Guzmán, desde donde salían los repartos a
domicilio de todos sus productos hacia los barrios y caseríos circundantes. Por
lo que observamos este sitio estuvo destinado al funcionamiento de una
panadería.
La bodega, tienda, pesa o carnicería e Aureliano
Lamónt, situada en la esquina de la Calle "Zamora", adyacente al
lugar donde hoy se levanta el edificio del Banco Consolidado o Corp Banca, la
misma calle que en nuestros días llamaron "La Calle del hambre".
También existía la pulpería de Francisco Beltrán y su
madre doña Concha, que estaba ubicada en la esquina sur del célebre
bar-restaurant "El Demócrata" que fundó el canario Antonio Díaz, y
que más tarde heredaron sus hijos Antonio, Francisco ("Paco") y
Fernando. Actualmente allí construyeron el edificio de Locatel.
La bodega de Antonio Mora en el Pueblo Abajo y la de
Genaro Macero en la esquina de la Calle 12-Sucre, con la Av.3-Bolívar, donde se
expendían víveres, mercancías secas y quesadillas; así como la de Genaro
Macero, en Barrialito.
La pulpería de Gregorio Arocha; la Romana de Rafael
Guerra, que estaba situada en el lugar donde hoy se levanta el edificio
"El Samán", frente a la Ferretería Regional de José Antonio Plasencia
y Juan García Ortíz, entre la Av.3-Bolívar y la Calle "Dr. José Gregorio
Hernández".
La Posada y Restaurant de Carlos Carvallo, padre de
Porcalia de Pérez, la cual estuvo en el sitio que ocupó el Banco Maracaibo,
(hoy convertido en Oficinas del Seniat) formando parte del Conjunto
Comercial-Residencial "Don Alejandro" en la esquina noroeste que
forman la Av.3-Bolívar y la Calle
OTRAS VIEJAS PULPERIAS
Otra de las viejas pulperías de nuestro pueblo fue la
que perteneció al bigotudo Benigno Fuentes, en la que colgaba a su entrada un
letrero donde se leía: 2si quieres tranquilidad habita el campo". Era un
convencido ecologista.
También de aquél ayer charallavense, pueblo gentil,
sencillo, habitado por gente laboriosa, que se extendía sobre una calle
polvorienta, con su plaza íntima de tímidos faroles; fueron las pulperías de
José Vicente Blanco, la de Pedro Fuentes, Chucho Matute, Teodoro Martínez y la
célebre dulcería de Misia Panchita Fusperguez, así como la de "La
Esperanza en Dios es la Vida" del señor Valerio López
("Valerito") que después perteneció a Eduardo Granadillo y la que
luego heredó su hijo Eloy Granadillo, la cual estaba ubicada en la esquina
noroeste de la Plaza Vieja o Plaza Páez, y que funcionó hasta bien entrados los
años sesenta.
En el sector Lomas de Alvarenga existió la bodega y
pesa de carnes perteneciente a Policarpo Arocha y la de Antonio Jesús Castro,
que también tenía servicio de restaurant; y en el sector El Placer estaba la
bodega, botiquín, restaurant, hospedaje y ranchería de Alejandro Acosta, en esa
casa de largos corredores que aún hoy apreciamos lo que de ella queda: su
fachada, y que era también algo así como un moderno minicentro comercial, con
la diferencia que al frente no tenía espacio para estacionamiento de vehículos,
sino argollas de hierro empotradas en la acera para amarrar los burros, yeguas
y caballos que le servían de transporte a su clientela.
También recordamos las bodegas de Marcos Otamendi y la
de Oscar Arocha. La bodega y bar "La Atarraya" de José Vicente Blanco
que luego fue de Alejandro "Curvita" Luque, el célebre picher del
"Charallave B.B.C." y que funcionó hasta los años sesenta en una de
las cuatro esquinas del centro del pueblo y que su costado sur tenía frente
hacia la Plaza Bolívar, en el sitio donde actualmente se encuentran el
bar-restaurant "Va y Viene" y la panadería y pastelería
"Chara". * 4
No hay que olvidar la pulpería y tienda de de Fernando
Fusperguez; el botiquín "La Aurora" de Vicente Egui que ocupaba el
inmueble donde funcionó por muchos años la Librería y Bazar
"Charallave" de Viviano Cisneros (Rasputín), frente a la Plaza
Bolívar (lado sur); las bodegas de Amalia Martínez y "La Barrialito"
de Ildefonso Díaz (Av.3-Bolívar, cruce con la Calle 13-Luis Eduardo Egui) donde
tenía María Jiménez de Díaz su manicería y dulcería criolla, así como la bodega
de Genaro Macero; en el mismo lugar que hoy ocupa "La Criollita" que
fundó con sudor, tesón y muchos sacrificios el inolvidable amigo George
Nahlous.
En el Pueblo Abajo también funcionaron las pulperías
de Rufino Figuera, Carlos Pérez; la panadería de Guillermo Pérez; y el bar-restaurant
y hospedaje "Súcua" de Dolores Hernández de Arocha, madre de don
Benjamín, Esperanza, Abilio y Elías Arocha.
Al lado de estos pintorescos negocios funcionaban
además las tiendas "La Moda" de Miguel Fleján: "La Nueva
Roma" de Clemente Del Vecchio (musiu Clemente); y la competencia que le
montó Antonio Del Vecchio (musiu
Antonio); y la de José María Pérez, ubicadas en las
cuatro esquinas de la Plaza Bolívar, donde estuvo también, hasta la década de
los años cuarenta, la bodega y guarapería de Alfredo Herrera, en la que según
su dueño había de todo pese a que su estantería siempre estaba vacía. Pero,
cuál era el secreto? Cuando los clientes llegaban y pedían -por ejemplo- una
locha de sal en grano; Alfredo salía por la puerta trasera de la bodega y la
buscaba en las pulperías cercanas. El nunca llegó a decir que no tenía tal o
cual producto. Actualmente funciona en dicho lugar la tasca y restaurant
"Santa Rosa".
En las cuatro esquinas también estuvo la pulpería de
Pedrito Oropeza; la moderna construcción que en 1917 inauguró Gabriel
Fusperguez, y que actualmente podemos admirar al lado sur donde se levanta el
edificio municipal; así como la pulpería que perteneció a Magdaleno Castro,
situada frente a la Plaza Bolívar. Y lo que no podía faltar, el bar del coronel
Borges y el botiquín, restaurant y hospedaje, bomba de gasolina y garaje
"El Oasis" de Querubín Guzmán, en la calle Real, hoy A.3-Bolívar.
Otros establecimientos de grata recordación eran las
talabarterías de Nicolás Egui, Vicente Egui y Rafael Lovera, convertidas en
centros de tertulias históricas y literarias.
La alpargaterías de Matías Serrano, Francisco
Martínez, Anamín Fuentes y Rafael Lovera; la carpintería de bancos y cepillos
de Carlos Lovera; la trilladora de café de Eladio Vargas, abuelo del doctor
Arnaldo Arocha Vargas; la botica "Vargas" de don Chucho Arocha Egui,
cuñado de Don Rómulo Gallegos; las barberías de Vicente Blanco y la de Erasmo
"El Rápido" Muñoz; así como las estaciones de servicio o gasolineras
pertenecientes a Fernando y Luis Fusperguez, la de Querubín Guzmán y la de los
hermanos Pedro Antonio y Víctor "Nene) Manuel Arocha.
U na de las más famosas pulperías fueron las de Juan
Chiquín, en la esquina de las avenidas 15-Francisco de Miranda y la Calle Atrás
o La Estación, hoy Francisco Tosta García.
Tiempos que no volverán
En estas pulperías se expendían velas de sebo,
kerosene, tabaco en rama, ajo, pescado salado, manteca de cochino, cambures,
papelón, queso blanco duro, caráotas, maíz, huevos, alpargatas, jabón,
melcochas, caramelos, pastas, comino, café, nepe, sombreros de cogollo,
sardinas y catalinas; y alguna que otra pulpería vendían artículos de lujo como
-por ejemplo- el Ponche Crema de Eliodoro González P., talcos Mennen y polvo
Sonrisas , las lociones Flor de Amor, Majestic, Gloria de París y la Royal
Begonia; mientras que las brillantinas eran la Roger & Gallet, la Violet y
Palmolive; cigarrillos Alfa y Negro Primero, Avena Quaker y harina lacteada
Nestlé, las cremas dentales Kolynos y Colgate, chocolate El Indio, Creolina,
ceras para pulir pisos Jhonson, Jamón Premiun, Jabón Las Llaves, Insecticida
Flit, Sal de Fruta Eno, Glostora, Brylcreem, máqinas y hojas de afeitar Genn,
entre muchísimos otros productos que comenzaban a invadir el mercado nacional.
Y las ofertas como en los mercados libres: carne de
res (pulpa, costilla o ganso), y chuletas de cochino, a 2,oo Bs., el kilo;
caráotas negras, a Bs., 0,50 el kilo; huevos a 8 por bolívar; queso blanco
duro, a Bs., 1,20 el kilo; plátanos a 12 por bolívar. En la pulpería de Alfredo
Herrera tenía un tonel de madera lleno cambures. Cuando alguna persona le pedía
medio (Bs.,0,25) de cambures, él decía "coma y llévese los que pueda en
una mano".
En aquellas viejas balanzas marca "Toledo"
pesaban la mercancía; y los pulperos en recompensa por la compra otorgaban las
célebres "ñapas" consistentes en trozos de papelón y queso, que
después suplantaron por tickes numerados del 1 al 20, que una vez perforados en
su totalidad se cambiaban por otras mercancías o por un bolívar en efectivo.
La estampa de aquellos pulperos se ha perdido en estos
tiempos de plásticos e internet. Sin embargo queda vivo el recuerdo de una
época en la que sus habitantes no eran víctimas del IVA y la inflación, la
inseguridad y la más descarada especulación que fustiga en nuestros días.
En La Magdalena nos queda la vieja pulpería de Don
Crispín Delpiani, para recordar tiempos que no volverán.
ACERCA DEL AUTOR...
F mano
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