LA SANTA PROTECTORA
SANTA ROSA DE LIMA
SANTA ROSA DE LIMA
Eran los tiempos de la Guerra Federal. Por el antiguo camino de Coruma y Perro Seco, entre Santa Teresa del Tuy y Charallave, avanza en tropel un grupo guerrillero encabezado por un general de montoneras. En esos días turbulentos, las guerrillas infestaban los caminos del territorio nacional. Por todas partes cundía el torbellino de las rebeliones. Los grupos de bandoleros que asaltan impunemente los pueblos.
Las
improvisadas soldadescas cabalgaban como fugitivos.
En Barlovento y
Valles del Tuy se sublevaban las antiguas esclavitudes. Nuevamente se cierne
sobre la patria un ambiente de guerra civil. En Río Chico una insurrección de
negros incendió el poblado. Tacarigua, Curiepe, Guatire y Caucagua se
transforman en escenarios de asaltos y contiendas.
Los federales
alborotan en Santa Lucía con una serie de revueltas y escándalos. Los esclavos
se alzan en Ocumare del Tuy y Cúa, mientras que en Tácata denuncian la
presencia de una banda de malhechores que aterroriza a sus humildes moradores.
Las noticias de
los desmanes vuelan de posta en posta.
Pero la peor
parte de esas contiendas las ha sufrido Charallave con los constantes saqueos y
reclutas de sus hombres que han dejado a la villa abandonada y desprotegida.
Sin embargo, su
gente lucha y se defiende. Así ha sido siempre desde que se fundó el poblado en
1681; sus habitantes se han caracterizado por el amor al trabajo y permanente
devoción a su patrona Santa Rosa de Lima, cuya imagen, una pequeña talla
labrada en madera que tan sólo tenía una cuarta de tamaño (veinticinco
centímetros), se veneraba en el Altar Mayor de aquella iglesia que levantó el
Padre José Antonio Rolo, en la Plaza Vieja, construida de bahareque doble,
techo de teja sobre obra limpia con siete tirantes de madera labrada, piso de
ladrillos y abiertos corredores en los costados.
Ese era el
templo, donde la gente de este pueblo laborioso, humilde, caritativo y
sencillo, rendía culto a su hermosa patrona Santa Rosa de Lima.
Por el antiguo
camino de Coruma y Perro Seco, avanza la diablada del pelotón de rostros
siniestros que apenas se divisan en el claroscuro crepuscular tuyero. Lanzas en
ristre y machetes al cinto.
Las carabinas
en las monturas y en las ancas de las bestias la estela de los ayes de sus
víctimas.
Jinetes sucios
y harapientos con sus manchas de sangre en los aceros. Atrás van dejando las
huellas de sus atrocidades, rastros de dolor y muerte, mientras remontan las
estribaciones de Caiza y Los Anaucos. Galopan con ansias de caudillos.
Y al anochecer
deciden pernoctar en Gamelotal alrededor de una fogata. Esa noche durante la
cena planifican, una vez más, saquear la población de Charallave al despuntar
el día.
Terminada la
cena guindaron los "chinchorros" para descansar pensando en el botín
de la mañana.
Pero cuando la
mayoría del pelotón dormía, una mano sacudió fuertemente las cabuyeras de la
hamaca donde dormía el jefe de los guerrilleros, quien al tratar de levantarse
sintió que no tenía fuerzas para hacerlo y vio ante sí erguida una hermosa
joven con la cabeza orlada de rosas y el cuerpo cubierto con un manto estampado
de flores que le dijo con voz firma y decidida: "No se te ocurra entrar a
mi pueblo, con tus planes siniestros. Mejor sigue tu camino o te
arrepentirás..." y luego la hermosa mujer desapareció entre el brillo de
la noche.
El jefe
guerrillero se había quedado mudo, estupefacto, ante aquella fantástica
aparición en la que reconoció a Santa Rosa de Lima, patrona de Charallave, y
antes del amanecer, después que se repuso del susto, llamó a sus hombres y
emprendió el rumbo sin destino cierto por los caminos de los Valles de Aragua.
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