RECUERDOS DE AYER. EL CINE DE CÚA
María Antonieta Pons “La Reina del Trópico”
Cuento de Manuel Monasterios
El jefe civil recién nombrado por el Presidente del estado
Miranda se llamaba Don Luis Sosa, tenía
siete meses y diez días en el cargo, había llegado de Ocumare del Tuy muy bien
recomendado, tenía muy buenos amigos en
ambas poblaciones. Sus problemas empezaron cuando llegaron los rollos de las
películas que proyectarían en el cine Elvira, ubicado en la plaza Bolívar, al
lado de los billares del El Polo, un bar
atendido por Luís “Sardina” y “Rebulucio” El cine era propiedad de Don Manuel
Antonio Bárcenas y arrendado a Don Estanislao Mijares.
Con los rollos de las películas llegaban las fotos para hacer los carteles
invitando a la proyección, la hora y el día. Aquellas fotos correspondían a una
película de la más famosa rumbera de aquellos años MARÍA ANTONIETA PONS el
films se llamaba “Reina del Trópico” y
actuaba con Luís Aguilar, apenas se colocaron los las fotos en el cartel de
la entrada del cine la romería se hizo
tumulto, aquella exuberante mujer, con aquel diminuto traje, un bikini con una
cola de faralaos y bombaches anunciaba la posibilidad de ver un monumento de
hembra moviendo su cintura como una culebra macaurel.
José Rafael García viendo la foto de María Antonieta en la
cartelera del cine Elvira le dijo su compañero del billar Juan Toro: __Yo la había oído nombrar pero jamás la
había visto, me contaron que el coronel Delgado Chalbaud , el Presidente de la
Junta de Gobierno se va si escoltas al Royal Club, un cabaret caraqueño a verla bailar, la espera solo en un
reservado y cuando termina su presentación se la lleva, eso que ocurre entre el
presidente y la rumbera, según me dijo Carlos Mijares quien es de
las Mercedes de Cúa y mano derecha del general Urbina, tiene a este caudillo coreano
muy molesto porque la María Antonieta le saca los billetes, una sonrisita y lo esquiva con cualquier excusas, esto no
convence al general.
Juan Toro dice: –“Quieres
decir qué el monta cachos con el presidente. No sabe nada la cubana”.
José Rafael Dice: __”Si pero el general Rafael Simón Urbina
es un hombre peligroso y vengativo y quien sabe que puede estar maquinando para
desquitarse”.
Juan Toro responde: __”La verdad es que por una hembra como esa cualquiera pierde la cabeza y se echa
una vaina.”
-En ese momento Cesar Pérez le dice a José Rafael___ “Muévete catire que quiero ver a la María Antonieta”
Cesar Pérez: ___ “Coño si eso es en foto como será en la película, yo no me la
pelo el próximo viernes”.
Cesar Pérez:__” Tanislao no sé que va hacer, pero el cine se
le cae”.
María Antonieta Pons fue la diosa indiscutible del cine
mexicano de rumberas de finales de los años 40 y comienzo de los 50, la
oficiante de los altares de Onan, esas películas en blanco y negro, que hoy
producen risa cuando todos estamos acostumbrados a la tanga, al hilo dental, a
los topless, al derrape y al destape total. Esas casi heroínas que desafiando
al mundo pacato de la época se atrevían a mostrar lo que era un escándalo,
aquellas ancas de yegua fina moviéndose al ritmo de un bongó y una tumbadora
con una cadencia natural que generaba en los espectadores las más absurdas
reacciones. Esas rumberas del cine fueron la revolución, todos los hombres querían ver sus películas para disfrutar de esa “maraca” que exacerba los instintos del macho, quienes terminaban pagando las culpas eran las burras
de Don Crispín en Aparay.
Las rumberas del cine eran las principales “trasgresoras” de
las buenas costumbres, Las
dueñas absolutas de los sueños húmedos de miles de jóvenes y el recuerdo de
Ninón Sevilla, Yolanda Montes (Tongolele), Rosa Carmina, Amelia Aguilar, Meche
Bárbara se mantiene en el recuerdo de
los setentones, en sus famosas películas con aquellos nombres tan
singulares como Perdida, Coqueta, Aventurera, Pervertida, siempre en un
ambiente de cabaret, de bohemia, traficantes y gigolós.
Llegó el viernes todos con ansiedad esperaban el último
repique mediante el cual Estanislao anunciaba a los interesados que función
estaba por empezar, por el alta voz decía: __”Se participa al respetable público
que en el cine teatro Elvira vamos a dar
comienzo a la esperada película mexicana “La Reina del Trópico” con el huracán
del Caribe María Antonieta Pons y el actor Luís Aguilar”.__” Al módico
precio de 1,00Bs en galería y 2,00 Bs en patio”. Esa noche a la 8 p.m. no cabía
un espectador más, la galería estaba llena de los muchachos de la Fila, El
Limón, El Matadero, La Vega. Las sillas de la platea privada ocupadas por los
amigos del Estanislao y área de patio por
la flor y nata de los comerciantes y la gente del centro del pueblo. Muy pocas
mujeres tuvieron la valentía de asistir a la proyección de la pecaminosa cinta.
La proyección empieza
con los corto de las próximas cintas a proyectar en la sala. Empieza la película , hay un silencio total
en los primeros 20 minutos, de pronto
aparece en la pantalla aquella rumbera, sin afeites, sin silicona, sin cirugías
torciéndose como la culebra que tentó a Adán, el griterío de los ocupantes de
la galería, era casi normal que el “gallinero” iniciara el relajo, en cualquier
película y por los motivos baladíes
. Los ocupantes del patio, el espacio de la gente “decente”
se comportaban con naturalidad pero se les veía una cara de regocijo en medio
de humo de sus cigarrillos Camal, Lucky o Parliament. La cosa empezó a subir de
tono con palabrotas y los de galería brincaban en el pretil que los separaba
del patio como lúbricos monos y se
ponían a bailar, hombre con hombre, al ritmo de los bongoes y la cadencia de la
cintura de María Antonieta, gritaban obscenidades y se meneaban imitando a la
rumbera.
De pronto uno de los bailarines del gallinero salta al patio
y pretende sacar a bailar a una morena, la cual estaba acompañada de su novio.
La reacción no se hizo esperar se formó la trifulca del siglo, las sillas
volaban por el aire, golpes por todos lados, se encienden las luces y entra la
policía a la sala de cine, para calmar la pelea tienen que disparar al aire y rompieron las
laminas de zinc del techo. La jefatura y la comandancia se llenaron, en media
hora unos cien detenidos, ocupaban la prevención, los pasillos, no había ni
calabozos, ni policías para tanta gente,
el jefe civil fue obligado a pedir refuerzos a Ocumare y
Charallave, llegó la Guardia Nacional. Eran tantos los detenidos que se vieron obligados a trasladar detenidos
a estas poblaciones. El problema se resuelve con la firma de cauciones y el
pago de algunos daños.
Las consecuencias de este desorden generado por la película,
impuso el cierre del cine por unas semanas con el compromiso de no volver a
proyectar esas pecaminosas cintas de rumberas moviendo su cintura, tentando al
pecador y sacando los bajos instintos. Con el tiempo Pérez Prado y su Mambo se impuso en el cine,
las películas de rumberas entraron en decadencia, Tin-tán y su carnal Marcelo,
Capulina, Resortes, las películas con temas rancheros ocuparon las preferencias
del público, pero jamás en el cine de Cúa se volvió a sentir un frenesí tan
grande como el que generó María Antonieta Pons aquel viernes.
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