EL DÍA QUE LLEGÓ LA RADIO A CÚA
(cuento corto de Manuel Monasterios.)
Constante nunca pensó que aquella piedra de galena
que buscaba afanosamente para oír la caja mágica que hablaba, terminaría
llevándose definitivamente sus últimos rasgos de cordura. Todo empezó una
mañana en la casa de los Hernández, al lado de la romana ganadera de
Lecumberry, cuando Constante fue a comprar el periódico del pueblo, una hoja
impresa con los últimos acontecimientos que ocurrían en “La Perla del Tuy”. El mayor de los Hernández
quien hacía de editor, director, articulista, publicista y distribuidor de
aquel sueño de papel, estaba entretenido y guiándose con un plano que le habían traído de Caracas con la finalidad de construir un radio de galena y así poder oír las transmisiones de la primera
emisora comercial de Venezuela, la Broadcasting Caracas, la cual había empezado a funcionar dos años
antes el 11 de diciembre de 1930.
Constate le pregunta:
---- ¿Qué haces ‘
---Luís sin levantar la cabeza le dice: un radio.
---Y eso qué es?
---Una cajita donde puedo ir música, gente que habla, noticias de Caracas y
del mundo.
---Carajo, Luís yo sabía que esa
vaina de meterte de lleno a producir un periódico con las uñas te iba volver
loco. Toma las cosas con calma, por qué no te vas a temperar unos días para
Macuto, mañana sale la limosina de Félix Flores con Don José Morante y su hermana, aprovecha las
brisas del mar hacen mucho bien. Con unos baños de asiento en una semana
estarás como nuevo.
---Constante tú crees que yo estoy loco, si esperas un poco, hasta las 6.00
p.m. te puedo demostrar lo que es el último invento que nos trajo del norte “El
Almacén Americano”.
Mientras llegaba la hora indicada Luís arma su novel y extraño aparato: Un
carrete de hilo irlandés que le regaló Misia Pura, unos alambres de cobre para
hacer una bobina, un audífono de un teléfono de manilla que le prestó la
señorita Rosario, unos metros de cable que hacían de antena, para lo cual tuvo
que montarse hasta la rama más altas de
un cotoperí y lo más importante una piedras con chispas brillantes que parecían
hilos de plata, llamada galena , la cual
se la suministró “Musiu” Enrique, el
único mecánico del pueblo, el cual, según decían, se había escapado de la Isla
de Cayena el famoso presidio francés; conocido también como la Isla del Diablo,
ubicado en la Guayana Francesa.
El trabajo de Luís atrajo la atención de varios transeúntes, los cuales
conjuntamente con Constante, veían la complicada labor de armar aquel
aparatejo, dudando que lo dicho por Luís no fuese más que unatomadera de pelo,
una burla o “mamadera de gallo”, modo de ser muy frecuente en el aprendiz de periodista.
A las 6.00 p.m. en punto como lo había dicho empezó con una aguja de cocer aperos,
la cual tenía unos alambres de cobre
adosados a la bobina, con la enorme aguja tocaba la piedra de galena
como buscando algo en su brillante superficie.
Luis un tanto excitado, le dice a
los presentes:
--- Aquí está, la oigo clarito.
Constante se acerca y Luís le coloca la bocina en su oído derecho, la cara
de sorpresa de Constante llama la atención de los presentes y el negrito José
le pregunta a Constante:
----Qué oíste?
Constante le responde:
La música de un Vals y un tipo que
dice: “Vuelan brujas sobre Caracas”
Luis le responde:
No Constante es la Broadcasting Caracas, el nombre de la emisora.
Cada uno de los presentes pasa a oír con la bocina, todos sorprendidos no
podían entender que unos alambres, una piedra y audífono se pudiesen oír algo.
La noticia se regó por todo el pueblo, al día siguiente más 30 personas querían
oír, Luís no podía controlar el número creciente de audición individual
solicitada y toma la determinación de disponer de los pocos ahorros que tenía y
se marcha en la madrugada a Caracas, con la finalidad de comprar una caja de
madera pulida, la cual con una corneta se podía oír sin necesidad de la bocina,
se llamaba Radio y funcionaba conectada a la fuerza eléctrica, en Cúa la planta
empezaba a trabajar a las 6.p.pm hasta las 11p.m. y los pocos suscriptores de
la empresa eléctrica pagaban según el número de bombillos que tuviesen en la
casa.
Luis llegó con aquel pesado aparato, marca “Philco” y lo colocó en la sala
sobre la mesa del juego de muebles de paleta. Le acondicionó su instalación
eléctrica, acomodó varias sillas de cuero para los oyentes. A las 5.00 p.m. ya
las sillas estaban ocupadas, los que llegaban tarde se tenían que acomodar en
el piso, un bolívar cobraba Luís para oír la novedad, el primer día logró
reunir 30, el radio le había costado 120, en tres días ya había recuperado la
inversión. El problema se le presentó el sábado cuando llegaban los arrieros
con cargamentos de frutos, en la calle de los jabillos se reunieron más de cien
personas, dispuestas a pagar hasta dos bolívares para poder oír el aparato. Luisle
solicitó la colaboración al Jefe Civil del pueblo Don Luís Espinoza, para que
le enviara dos agentes para poner orden. Desde ese día se acabó la tranquilidad
en esa calle, las fritangueras montaron sus tarantines para vender comida, se
abrieron bateas de juego, mesas con dados,dos bares, las posadas estaban llenas
de gente que llegaba al pueblo de todas partes con la finalidad de poder oír el
mágico aparato. Así transcurrieron los meses, Luis tuvo dinero para comprarse un auto marca Ford de tablita,
hasta que otras personas descubrieron el negocio y empezaron a comparar radios
y hacer la competencia. Un día se dañó la planta y no hubo forma de ponerla
funcionar, todo volvió al silencio de antes. Constate inició un peregrinaje,
hasta el fin de sus días por todo el
pueblo, preguntándole a la gente si habían visto la piedra de galena que se
había perdido. Veinte años después llegó otra caja, pero esta vez se veían a
los que hablaban y cantaban.
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