El Nazareno
de Lecumberry (Cúa, Venezuela)
Tres Nazarenos sellan la
Semana Mayor venezolana: EL Nazareno de San Pablo, El Nazareno de Achaguas y el
Nazareno de Lecumberry.
Por
Manuel V. Monasterios Fotos. Profesora Gladys Zambrano.
Manuel V. Monasterios Fonseca.
De España nos llegó el idioma, el conquistador tuvo que
colocar miles de nombre a lo desconocido, de España nos llegó la Fe católica y
con ella las creencias más profundas del pueblo venezolano, nos llegaron de
Andalucía las primeras imágenes de los pasos que representan la tradición en
las llamadas procesiones de “Semana Santa” o de los “Días Santos” como decían
ayer.
Tres imágenes andaluzas de Jesús el Nazareno sufrido y
paciente como el pueblo, sellan el devocionario popular venezolano desde la
colonia hasta hoy: El Nazareno de San Pablo, hoy de Santa Teresa (Caracas), El
Nazareno de Achaguas. (Estado Apure) y el Nazareno de Lecumberry en Cúa
(Estado Miranda).
El Nazareno de San Pablo, hermosa talla andaluza que según la
leyenda una vez terminado le habló a su tallador preguntándole:”Donde me has
visto que tan perfecto me has hecho”. Fue traída en el siglo XVII pata la
Capilla de San Pablo el Ermitaño, la cual estaba ubicada donde hoy está el
Teatro Municipal. Este pequeño templo fue derribado por órdenes del General
Antonio Guzmán Blanco, presidente de la república , para construir el teatro;
cuenta la leyenda que la esposa del General, doña Ana Teresa Ibarra se le
presentó el Nazareno en un sueño y le preguntó: “Dónde está mi iglesia” y tal
fue la impresión que causó en la dama el sueño que influyó para que el General
Guzmán, tratando de calmar la conciencia de Doña Ana Teresa ordenó la
construcción de un enorme basílica en honor a las santas Ana y Teresa, a donde se trasladó la imagen venerada del
Nazareno.
También se cuenta que una gran epidemia de viruela que asoló
a la recién fundada Santiago de León de Caracas en 1597, el Nazareno en
procesión movió las ramas de un limonero que colgaba de una tapia y los devotos
recogieron los frutos que cayeron y tomándolo como medicina alejaron la peste.
Esta leyenda la recoge el Poeta Andrés Eloy Blanco en un hermoso poema El
Limonero del Señor. La devoción caraqueña de viste de morado todos los jueves
santos para rendir homenaje de fe a la más antigua creencia heredada de la
tradición andaluza.
El Nazareno de Achaguas, estado Apure, imagen que la devoción
de los llaneros ha convertido en uno de los centros de peregrinaje más
importantes del interior de Venezuela, es una talla de origen andaluz, según
cuenta la leyenda está íntimamente unida a la Batalla de Carabobo, pues el
general José Antonio Páez, comandante de los ejércitos de Apure, antes de
partir al desempeño militar de dicha batalla realizó una “promesa solemne”, si
se lograba la victoria en el campo de batalla contra los ejércitos del rey de
España comandado por el Mariscal La Torre, la promesa era dotar al templo de
Achaguas de una imagen del Nazareno. Paradojas de la vida, en 1833 el General
Páez encarga al tallista español Merced Rada la imagen y ésta es bendecida en
el templo de Achaguas, con la presencia del Presidente de la Republica de turno
General José Antonio Páez en el año de 1835. Desde ese año la devoción y los
milagros, las promesas y los peregrinos agradecidos llenan cada miércoles santo
el templo del pueblo llanero de Achaguas.
El Nazareno de la hacienda
de Lecumberry,
ubicado en Cúa, jurisdicción del Estado Miranda. En 1720 de acuerdo con el
padrón elaborado por Don Pedro José de Olavarriaga, para Compañía Guipuzcoana
conocido como :” Instrucción General y
Particular del estado Presente de la provincia de Venezuela en los años 1720 y
1721”, dos canarios se destacaban como grandes propietarios de haciendas
cacaoteras y de esclavos en la
jurisdicción del Partido del Tuy arriba
(hoy Cúa), Don Bernardo Rodríguez del Toro, quien alcanzó en marquesado en el
año 1732, poseía en estos valles 524 fanegadas de tierra y 21.700 plantas
cacaoteras y el orotavense ( canarias) Sebastián López de Castro quien, según
el censo de Olavarriaga poseía 12.000 árboles de cacao, los cuales fueron
heredadas por su único hijo el capitán Sebastián López de Castro.
Don Bernardo establece capellanía en su hacienda Marín con la
cooperación del resto de cosecheros y hacendados, aportan materiales y mano de
obra esclava para construcción del pequeño templo de Santa Rosa de Marín, Don
Bernardo dona la imagen de la patrona Santa Rosa de Lima, cada hacendado se
compromete con la adquisición del resto de las imágenes de santos requeridos
para el cabal y decente culto de acuerdo a las normas de la Santa Iglesia
Católica, le correspondió a la capital Don Sebastián López de Castro la
adquisición de la imagen del Nazareno, la cual trajeron de Andalucía, en
aquella época en cada hacienda se tenía la licencia para la existencia de un
oratorio privado al servicio y uso de los amos y su servidumbre, para cual
cancelaban a la iglesia un aporte económico para la respectiva licencia.
Desde comienzos del siglo XVIII el Nazareno se encuentra en
el oratorio de la hacienda Lecumberry y cada miércoles santo acompañado por su
respectiva cofradía o sociedad recorre en procesión las calles, en principio
del primer pueblo Santa Rosa de Marín y a partir de 1721 por las calles del
nuevo poblado, ubicado en un desprendimiento de la misma hacienda conocida hoy
como Lecumberry, área de terreno que pasó a manos de la iglesia en cancelación
de un censo ( especie de hipoteca), entre la señora viuda del capitán López de
Castro y el convento de la Inmaculada Concepción de Caracas, por un monto de
2000 pesos destinados a cubrir los gastos de la dote de su hija quien profesaría
como monja. La división de la hacienda entre el nuevo poblado de Cúa y los
nuevos propietarios entre ellos el señor Don Ignacio Lecumberry ( pariente del
Libertador Simón Bolívar), a quien por cierto entabló querella por la propiedad
de las minas de Aroa. Hoy la vieja hacienda transformada en Urbanización
mantiene el nombre del hijo de un vasco que casó con una mantuana.
Cuenta la tradición que la fuerza destructora del terremoto
ocurrido en 1878, afectó todas las edificaciones de Cúa, el único lugar que no
sufrió el embate telúrico fue la casa de hacienda Lecumberry, lugar donde se
encontraba el oratorio del Nazareno, la casa fue habilitada como hospital para
atender a cientos de heridos y el pueblo atribuyó a un milagro del Nazareno que
esa vieja casona quedara en pie. Ese trágico año de 1878, durante la semana
santa la única imagen que recorrió ´las destruidas calles del pueblo, clamando
perdón por los pecados cometidos contra el padre Céspedes y piedad para los
inocentes fue El Nazareno.
Los pocos habitantes
que quedaron en la población después de la tragedia aseguraban que la única
manera de librarse de un nuevo terremoto era conservando la imagen del Nazareno
en la casa de la hacienda Lecumberry, participando
con fervor en la procesión del miércoles santo. Ese día se convirtió momento de
reencuentro de las familias cueñas alejadas del terruño por la diáspora que
produjo el sismo. Muchos fueron los curas que trataron de trasladar la imagen
sagrada al templo, como hicieron con la primera patrona Santa Rosa, la del
pueblo de Marín, pero diversas circunstancias, además de la oposición de los
creyentes, lo impidieron, se mantiene la creencia que mientras El Nazareno esté
en su casa, Cúa estará libre de males sísmicos. Así son las tradiciones, aparentemente
absurdas para la lógica de un mundo dominado por la tecnología, pero en los
momentos de la verdad, se evidencia, con todo y nuestro poder material y
tecnológico lo pequeño que somos ante el poder de la naturaleza.
La propiedad de la hacienda Lecumberry pasó del general
Laureano Carballo comienzos del siglo XX, a
manos de Don Elías Acosta, sus hijos, sus nietos y bisnietos, cuatro
generaciones mantienen viva la tradición religiosa más antigua de los Valles
del Tuy. Es quizás la única imagen de muchos templos en Venezuela que se
mantiene todo el año en el oratorio de la vieja casona de hacienda y el día
solemne del Miércoles Santo recorre las calles del pueblo, de la misma forma
durante 300 años, visita el templo parroquial y en la noche regresa a su
morada, siempre acompañada de miles de feligreses, en su mayoría promeseros,
llenos de Fe a quienes el Nazareno les
hizo algún favor y ese día pagan su promesa, con sacrificios, vestidos con la
túnica morada, cargando el santo, acompañándolo en su recorrido anual. Así son
nuestras creencias, así se mantiene viva la tradición de mayor raigambre en el
corazón de los cueños. Ojalá que nunca se acabe, que siempre los hijos de los
hijos la conserven y la mejoren. Cúa no
es Cúa sin esa hermosa y venerada imagen, más de trescientos años lo confirman,
es necesario revalorizar esta tradición, impulsarla con espiritualidad,
comprendiendo que a través de ella llegamos directamente a nuestras más puras
raíces de cueñidad.
Honor a quienes han mantenido esta tradición religiosa,
igualmente a las demás sociedades de santos que existen en Cúa y en los Valles
del Tuy, poco a poco daremos a conocer sus
hermosas y valiosas historias, para que las conozca una sociedad huérfana de auténticos valores,
las procesiones son manifestación pura de nuestra religiosidad tradicional y de
nuestro mestizaje cultural y étnico.
Lastimosamente la violencia y la delincuencia imponen su
voluntad en estas tierras, la procesión cambió su tradicional ruta hasta la
Cruz Verde y su horario también cambió, ya el hampa acabó con la tradición del
día de los difuntos, la cual se celebrara en horas nocturnas en el cementerio
local. Las tradicionales misas de aguinaldo, celebradas de madrugada también el
miedo al hampa obligó a cambiar el horario, Así la sociedad se ve obligada a
dejar los espacios a la delincuencia,
las tradiciones desaparecen y a la gente honesta no le queda más refugio que el
hogar y los centros comerciales.
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