El "milagro" de Guiripa


                                     TRAVESURAS DE UN  PICARO MUCHACHO

                                         EL "MILAGRO" DE  GUIRIPA









                                  Manuel V. Monasterios G.
 CUENTO

En nuestros pueblos los picaros nacen y se hacen, la bellaquería está presente, la cubrimos con el manto de la “viveza criolla”, todos buscamos el arquetipo de Tío Conejo y ser honesto muchas veces se percibe como sinónimo de “pendejo”
.Presentamos las aventuras de un muchacho campesino a quien la vida le enseñó que para sobrevivir en la jungla ciudadana hay que ser muy “vivo”




José del Carmen aprendió a leer bajo la tutela del padre Manuel, capellán de Misión evangelizadora que había llegado al pueblo en el año en que apareció el cometa por el cerro de Guatipa. José del Carmen era un muchacho despierto, muy inteligente, aprendió con mucha rapidez  los rudimentos de la escritura y la lectura, el padre Manuel, con la autorización de su madre, pues padre no tenía, lo convirtió en su ayudante, en su monaguillo predilecto, con los años decía José del Carmen que era el secretario privado de Monseñor Manuel de Bobadilla. El encuentro entre el padre Manuel y José en el año 1920 marcó la existencia de un niño que estaba condenado a ser un conuquero más del caserío de Guanasnal, el padre lo reubicó en el pueblo, lo incorporó a la escuela, empezó su aprendizaje de lo bueno y de lo malo que tiene la vida. La diferencia la hacía la inteligencia y la predisposición natural de José del Carmen para salirse siempre con la suya.
En la escuelita del pueblo regentada por la maestra Aída, José del Carmen se desempeñó como un alumno aplicado, un modelo de disciplina y orden, además de colaborador, un ejemplo para el resto de los alumnos. Un día en plena clase de religión le comenzó un fuerte  dolor de estomago, empezó a sudar frío, aquel dolor era el preludio de “una pluma”, como llamaban eufemísticamente a los “peos” en aquellos años. José empezó una lucha feroz, cuerpo a cuerpo para no permitir que se escapara ruidosamente el gas corporal y terminara haciendo el ridículo delante de sus compañeros y la maestra. Buscaba con los ojos cerrados y la mayor concentración controlar sus órganos digestivos y por lo menos reducir el escándalo que produciría el “peo” en el salón. En medio del combate, sudoroso y pálido no escuchó la pregunta que le hacía la maestra sobre las obras de misericordia, al abrir los ojos y salir triunfante del trance visceral se encontraba en medio de una gran salva de aplausos y vivas de sus compañeritos. No sabía que había pasado en esos minutos en que libraba su batalla estomacal. La señorita Aída elogió su gran capacidad de concentración, el poder de la meditación para llegar a la transfiguración y éxtasis para alejarse del pecado y las miserias del mundo, aquellas palabras de la maestra de le dieron a José
del Carmen respeto y fama, además de tanto oír las alabanzas terminó creyendo que era verdad lo de la transfiguración y se olvidó del “peo”

Apenas había cumplido los once años estaba listo para entrar al bachillerato, la primaría no le había enseñado mucho en las ciencias, ni en las matemáticas, su mayor poder de conocimientos estaba en el catecismo, la historia sagrada, sabía responder en perfecto latín la misa, aunque no entendía una sola palabra. Desde el primer día en el colegio empezó a sentir la presión de un hermano llamado Matías Ibáñez, director de disciplina, cuya autoridad estaba por encima del Director,  sus ordenes se cumplían sin replicas y cada vez que entraba a un salón todo el mundo temblaba de miedo.
Casi siempre repetía que ese colegio no habían privilegiados así fuesen recomendados del monseñor o del mismo Obispo, todos los alumnos deben obedecer las ordenes sin preguntar y quien no lo haga se debe atener a las consecuencias.
José del Carmen se hacía el disimulado como si las palabras no fuesen con él, pero siempre al final de la clase la orden era que se presentara ante el director de disciplina, este le estrujaba en la cara su condición de becado y le decía que tenía que compensar con su trabajo la beca, terminaba a las 8.p.m. los trabajos de limpieza encomendados, para luego ir a realizar las tareas escolares y las 5.a.m. servir de monaguillo en la misa.
José del Carmen se sentía como un esclavo, no le quedaba tiempo ni para jugar con sus compañeros de clase, con su astucia natural empezó a buscar una forma de librarse de la maldad y el ensañamiento del hermano Matías. Inicio un proceso de investigación detallada  de  la forma de vida, de las costumbres y de los gustos del hermano. Pudo observar que habían estudiantes que recibían un trato deferente del hermano, que tenían buenos promedios de nota sin ser los más aplicados, que muchos tenían becas y no tenían que trabajar como bestias de carga, también pudo comprobar que esos  muchachos a  veces se les veía pasar por los patios en horas nocturnas rumbo al dormitorio del hermano Matías.
José del Carmen entró en sospechas de lo que allí ocurría y se fijo un plan, primero se hace notar con el hermano representando ciertas debilidades a su masculinidad, se le insinúa, le coquetea y el hermano muerde el anzuelo y le hace llegar una nota en la cual lo invitaba a su habitación para discutir algunos aspectos de su rendimiento académico. No acudió a la cita, esto empezó a turbar al hermano, quien le hacía regalos acompañados de esquelas y tarjetas, nuevas cartas de invitación, le permitía ciertos privilegios y horas libres de trabajo. José del Carmen fue acumulando todos los papelitos, esquelas y cartas, en tres meses tenía todo un legajo que evidenciaba la conducta envilecida del hermano, en la medida en que José no hacía caso a sus invitaciones las cartas subían de tono. Una vez que José logró acumular una carpeta llena de papeles que evidenciaban las intenciones, las bajezas y vagabunderías del hermano, aceptó la invitación, José llegó puntual, el hermano estaba bañadito y recién afeitado, José lo dejo hablar, para  que soltara sus lamentaciones y frustraciones, cuando quiso entrar en materia, José del Carmen lo paró en seco, le sacó la carpeta con el legajo de papeles y le dijo que si lo seguía “jodiendo” lo denunciaría  ante las autoridades del colegio, los representantes y el mismo Obispo, El hermano Matías se puso pálido, se derrumbó ante el muchacho. José del Carmen le puso las condiciones para evitar la vergüenza: _”De hoy en adelante no más trabajos esclavizantes, primer lugar en el curso, diplomas de honor, distinciones todo esto debe usted hacer, sino todo el mundo sabrá de sus debilidades”. Fue así como José del Carmen logró superar uno de los primeros escollos de su corta existencia.
Años después, cuando terminó el bachillerato, se encaprichó José del Carmen, quería pasar una temporada en el pueblo cafetero de Guiripa, su mayor anhelo en realidad era escuchar un enorme aparato que tenían en la sala de la casa de la familia Castillo, era un radio donde se podían escuchar algunas emisoras de Caracas y otras del extranjero de onda corta, con programas de música en concierto y algunas noticias.La familia Castillo propietaria de varias haciendas había traído el aparato de Norteamérica, además eran los únicos que tenían planta eléctrica, una nevera y el radio Miles de personas llegaban en romería a Guiripa para estacionarse durante cinco minutos y oír la radio, gratuitamente como una atención para el pueblo de la familia, el último adelanto técnico, que no lo tenían en el pueblo capital del Distrito. Era una enorme cola de futuros radioyentes, dirigida por algunos agentes  del orden público, permitían durante cinco minutos el deleite de oír el mencionado aparato, la cola humana empezaba desde la mañana pero el radio empezaba a funcionar a las 6.p.m. hasta las 9.p.m. El radio atraía más gente al pueblo que las fiestas Patronales de Guiripa, los miles de viajeros ocupaban las pocas habitaciones desocupadas y la mayoría dormía en las calles, comía de las fritangas y defecaban en un terreno desocupado detrás del templo. Un frenesí, una especie de locura colectiva se había apoderado de las dos calles del  pueblo. La radio  había trastocado la aburrida vida de San Miguel, el cual se convirtió en bar. público, casino y centro de peregrinaje de todo tipo de personas El comentario de lo que ocurría en el pueblo cafetero se repetía de boca en boca, en toda la región del Tuy y el sur de Aragua, todos querían subir a Guiripa para escuchar la radio y José del Carmen se dijo así  mismo:

    Tengo que oír la radio.


Así fue como convenció a Monseñor para que le enviara hacer una suplencia al sacristán  quien estaba enfermo. El cura Pancho Vergara era quien no quería a nadie extraño en sus predios, sospechaba que un nuevo sacristán no era más que un espía de Monseñor. Una mañana José se montó sobre el viejo camión de Don Evaristo Villegas que hacía de transporte de personas, animales y cargas tomó la angosta y peligrosa carretera de Guiripa, llegó empolvado y hambriento al pueblo, después de horas de suplicio sobre aquel camioncito de “tablitas”, se estaciona frente al casa parroquial, José del Carmen era esperado por el cura párroco de aquel pueblo cafetero, no tenía cara, ni porte, ni modales de cura, con cara de pocos amigos, le esperaba sentado a la mesa, atragantándose con caraotas, carne mechada, huevos fritos, arepas, tajadas y un enorme vaso de carato de maíz, con la parsimonia de un mono comió y bebió delante de aquel joven hambriento, al que no le ofrecía ni agua, veía a José del Carmen con cierto desprecio, al terminar eructa y escarba los dientes con un palillo.
Le dice que no necesita suplente para el sacristán que se las puede arreglar solo, José del Carmen le entrega una carta, el cura la lee y le dice, bueno que le vamos hacer es una orden de Monseñor,  pero tendrás que trabajar muy duro, no quiero flojos en Guiripa. Sometió a José del Carmen a un interrogatorio largo y tendido quería saber cual era la verdadera misión del joven, éste siempre presto al acecho se hace el tonto, el ingenuo, el manso monaguillo eficiente y colaborador. La hermana del padre Pancho lo instala en la galería anexa que no era más que un viejo cuarto lleno de cachivaches y murciélagos, un deposito de sillas de montar destartaladas, de viejos “Galápagos” o sillas de montar femeninas de la época de las guerras civiles, junto una vieja fragua usada para herrar las bestias. Le tocó al joven José del Carmen sustituir al Eladio el sacristán que estaba desde cierto tiempo atrás torcido, si quería caminar hacia delante tenía que pensar en caminar hacia atrás, si  se quería meter una cucharilla en la boca debía rascarse el ombligo, esa era su compañero de cuarto en la destartalada galería, además de los deberes de sacristán debía cuidar a Eladio, darle de comer, bañarlo, vestirlo y oír todos cuentos e historias del pueblo, ya que Eladio era un especie de archivo viviente del acontecer de aquel pueblo, así se fue enterando de todos los chismes, le dio la biografía completa del párroco, supo que su mayor influencia la tenía la tía del cura doña Petra, administradora, secretaria, ama de llaves, cocinera y eje de la casa del cura. José del Carmen desde el principio trató de ganarse el cariño de aquella vieja, descubrió que tenía dos debilidades: Las enfermedades, cada día amanecía quejándose de una enfermedad nueva, de múltiples dolores corporales, cuando alguien venía a la parroquia su tema de conversación eran los padecimientos físicos, los síntomas, la forma en que alguien murió, las medicinas que tomaban. Su otra manía eran las predicciones, se la pasaba profetizando desastres, terremotos, guerras, siempre afirmaba que vendría un castigo de Dios por tanto pecado. Un día durante el desayuno le dijo a José del Carmen, los enemigos de  Dios, los hijos del demonio gobernarán este país y tú lo verás, siempre terminaba rezando ante el altar de San Miguel, un enorme cuadro de épocas pasadas, ese era el consentido de doña Petra, el auténtico confidente y guía de su vida. Ella se extasiaba ante el cuadro y pasaba horas rezando rosarios, las mejores flores eran para San Miguel, el del cuadro porque la escultura del altar mayor, como patrono del pueblo, ni siquiera volteaba a mirarlo, su atención y cariño era para el San Miguel del cuadro.
Un día José del Carmen se le ocurrió ponerle dos gotitas de aceite de ricino en los ojos del santo, de lejos parecía que el santo  estaba llorando, José se dedicó a limpiar muy bien los alrededores del altar, a buscar  hermosas  flores  y  colocarlas  en  el  altar;  cuando  doña Petra llegaba al altar se sorprendía de tanta belleza y se preguntaba quién sería capaz de tomarse esa confianza con su santo, ella no decía nada pero empezó a merodear para descubrir al intruso, se levantaba a media noche, se aparecía a medio día, pero no sabía quien era, ella  sospechaba de José y lo reventaba con más y más trabajo, con poca comida, pero él como siempre con su objetivo fijo soportaba con estoicismo la andanada de maldad de la beata Un día después del rosario José del Carmen se quedó en la sacristía arreglando meticulosamente los ornamentos de la misa, ella rezaba su rosario y lo veía con el rabito del ojo, seguía cada movimiento del monaguillo y este haciéndose el indiferente continuaba su labor de ordenador, se le acerca con mucho cuidado y le dice : No se doña Petra si usted se ha dado cuenta del milagro que ha provocado.

    ¿Milagro, cuál milagro José del Carmen, cuál milagro?

José del Carmen con la mayor humildad, con una voz que casi se quebraba por la emoción y el tono de sumisión le dice:

    No lo tome a mal doña Petra pero yo estoy convencido que usted es una santa. Sin esperar respuesta salió corriendo de la iglesia. Sembrando la intriga.
Así comenzó el asedio de doña Petra para que José del Carmen le explicara cual era el milagro que había provocado y éste no soltaba prenda, ella le mejoró las raciones de comida, le daba carne, leche, dulces, le quitó trabajo fuerte y le permitió después de cuatro meses, que fuese a la casa de los Castillo y por fin pudiese oír el anhelado  radio, tuvo privilegio de pasar a la sala y con toda comodidad satisfacer su curiosidad, esta prerrogativa fue gracias a la intervención de doña Petra, interesada en ganarse al monaguillo para que le contara lo del milagro.


Cada noche José del Carmen colocaba sus dos gotas de aceite de ricino y prepara el terreno, le dijo una mañana:   __ Doña Petra San Miguel en  su presencia llora, cuando usted le habla llora. Ante la noticia doña  Petra se desmayó, José tuvo utilizar las sales para volverla en si, se fijó con detenimiento en los ojos de San Miguel y al ver las lagrimas le  volvió a dar el soponcio.
José del Carmen la preparó para que no formara escándalo, le dijo que esa noticia tenía que administrarla con cuidado para que no la culparan de chismosa o mentirosa, Ella la mensajera predilecta tenía que manejarse con cuidado para no dañar el mensaje de San Miguel, le dijo que lo dejara a él asumir la responsabilidad de comunicar la buena nueva, para que cualquier mal entendido no la perjudicara a ella. La beata mansita se dejó llevar del adolescente audaz.
El primero en conocer la noticia fue el padre Pancho, lo llevaron a ver el cuadro y dos lágrimas enormes se veían en las cuencas de San Miguel, el cura cayó de rodillas, repitiendo  ¡Milagro, Milagro!
José le dijo que para evitar dudas se debían recoger las lágrimas y llevarlas a un experto para que las examinara. El curo le grito: _Quien  se atreva a tocar este cuadro le quiebro el cuello. Quien se atreva a dudar de los misterios de Dios y ponga sus manos pecadoras en este cuadro no vivirá para contarlo.

    Voy a formar una guardia especial para cuidar este milagro, tengo  que responder ante Dios por este compromiso. Usted Petra se calla la boca, no diga nada porque la mando para su pueblo. La vieja asustada solo reaccionó santiguándose.
José del Carmen le dice;    Tenga mucho cuidado, pues los prodigios   del  Creador  tienen  muchos  enemigos  entre  los  masones,   liberales, librepensadores, envidiosos y hasta esos que llaman comunistas, esos falsarios enemigos de Dios lo pueden perjudicar a  usted.  Recuerde   que yo soy la mano derecha de Monseñor y tengo muchos amigos en el alto clero, le explica José del Carmen.
El cura Pancho se rascó la cabeza como señal de duda y observó con sorpresa que  un  muchacho tuviese madurez para dar  esos     consejos .Aprovechando el momento de duda José le dijo:

       Padre, tiene que asegurarse que la sagrada imagen no salga de este pueblo y debe quedar bajo su tutela, usted no puede permitir que otros manejen esto para su provecho económico y lo dejen por fuera, San Miguel es de Guiripa y todo tiene que quedar aquí para provecho del pueblo.
El cura sorprendido por lo dicho lo invita a caminar para charlar:-___ A  Usted como que no lo he apreciado por lo que vale y vale en oro lo que pesa. Le pasa el brazo por el hombro y le pregunta:     __¿Que tiene en   su mente el muchacho avispao?….Mi monaguillo preferido.

   Mire padre el  milagro está en    nuestras manos.
.   Cierto afirma el cura.

    Como todo milagro es obra de La Providencia para que los hombres tomen el camino de la salvación. __Es cierto dice el cura. Hablas con sabiduría.
Pero la cosa se le estaba enredando, no sabía muy bien para donde llevarla y lo prudente era hablar poco para no meter la pata. Le dice:        __La  situación          es  de    cuidado, permítam.         meditar  para  buscar  una solución.     Muy bien dice el cura, vamos a pensar mejor, para mañana tendremos una solución adecuada y sabia.


José del Carmen sale de la entrevista con el cura un poco desorientado, no sabe, ni tiene con quien consultar, en el cuarto se encuentra con Eladio le cuenta para desahogarse, sin esperar un consejo del enfermo, el viejo sacristán le oye con interés, al cabo de unos minutos de suspenso le dice: 
___  Mira carajito, pásame el tizón para prender el cabo  de tabaco.

    Carajito le estás abriendo la puerta al demonio, eso es muy peligroso, quieres aprovechar tu invento milagroso y no sabes como concretarlo para que no se vaya de las manos, “coño” si con quince años eres capaz de toda esta vaina, qué no harás cuando tengas 30 o 40 años, yo te puedo dar un poco de mi experiencia, pero quiero garantía que no me van a dejar por fuera del negocio.

     Te doy mi palabra le dice José.  Tu palabra, carajito, poco vale   eres peor que una lanza en lo oscuro, pero con pendejo no se puede ir  ni a misa, yo corro el riesgo y creo que no me vas a envainar y si haces allá tu.

    Aquí a la gente le gusta creer en pendejadas, creen en promesas, creen en predicciones del futuro, pero no se preocupan por el presente, les gusta que les engañen, la vida de muchos es una ilusión  permanente, si tienen una enfermedad no confían en la medicina, ni en la ciencia, buscan un brujo embaucador que le les asegura que es un  mal puesto y con una oración y con unos ensalmes se curarán. La  mente de la mayoría de la gente está predispuesta para permitir el engaño, nada de eso es nuevo, siempre ha sido así y así será siempre,  lo único nuevo es que usted, carajito, con su cerebro maquinador y el cura vagabundo van a formar una asociación para delinquir, a mi eso no me interesa, se que aquí lloverá el dinero parejo y yo también quiero participar.  En  principio  estoy  bastante  mejor  y  puedo  caminar   sin estorbos, voy a aportar mi curación, por un pequeño porcentaje que me asegure los pocos años que me quedan, formaré parte del negocio, lo hago por ti que te has portado bien conmigo, pero que el cura es un verdadero “hijo de puta” que quiere que yo me muera para salir de mi. El milagro de San Miguel será comprobado por mi curación, todos saben de mi estado y de los años que llevo postrado, esa es la prueba irrefutable, dile al cura que llevo el 10 % de lo recolectado durante el primer año, lo demás no me interesa, además no se si viva tanto.

    Yo sabía que tú Eladio con tu experiencia me ayudarías, eso es perfecto y puedes contar con el porcentaje, te lo garantizo.
Más te vale, porque si no los derrumbo a los dos con cuadro y todo.

 El pueblo como siempre lleno de ventorrillos, de fritangas para calmar el hambre de los peregrinos, unos para oír la radio, pero ahora la mayoría quería vivir el Milagro de San Miguel, pedir un imposible, buscar la cura de un mal, superar las miserias de la vida, esa era la oferta en el mercado, a cambio de unas pocas monedas. Los llamados guardias de honor de San Miguel tenían los bolsillos repletos de monedas, los bolsos llenos, daban a viajes a la casa parroquial para buscar nueva mercancía, muchas monedas, billetes, milagritos de oro y plata, la compra de recuerdos sagrados, velones, rosarios, imágenes benditas, sahumerios y agua bendita. Los que lograban después de largas horas de espera en las colas llegar hasta el altar donde estaba el cuadro de San Miguel con sus enormes lágrimas, salían gritando histéricos: ¡Milagro, vi. El Milagro!, algunos caían en un ahogo y se desmayaban y de inmediato eran atendidos por los guardianes de San Miguel y auxiliados en su trance, el templo era un hervidero de enfermos en sillas de mano, camillas,  parihuelas,  muletas,  todas  las  enfermedades  y  debilidades humanas buscaban su salud. El olor a sudor era insoportable, diariamente se quemaba un saco de incienso para atenuar el nauseabundo hedor.
Eladio, tal como se había comprometido, se presenta en el medio de la multitud, una parihuela en forma de camilla, cargada por dos enormes negros, uniformados y un  el enfermo; Eladio acostado y arropado con una cobija roja, el sacristán del pueblo, atraviesa en su “camilla” la plaza, llega al atrio, la muchedumbre abre paso y sigue a los cargadores, entran en el templo, por el centro se abren paso, los guardias de San Miguel colaboran y van dejando espacio para que todos puedan ver. De pronto Eladio sacude la cobija, empieza a llorar con un llanto que inunda todas las naves de la iglesia, todos los peregrinos voltean para ver lo  que pasa, Eladio apoyado en los cargadores empieza con gran dificultad a levantarse de la parihuela en forma de camilla, gritando para que todos lo vean, dirigiéndose a San Miguel, se queda inmóvil viendo la imagen, como buscando una fuerza para caminar, se hace un silencio en el templo y de pronto Eladio da un paso solo con mucha dificultad, después otro más suelto y termina caminado libremente hacia el cuadro, se arrodilla y empieza nuevamente a llorar, todos los peregrinos sorprendidos gritan: ¡Milagro, Milagro! y caen de rodillas, rezando.
Quien podía dudar del poder de San Miguel cuando puso a caminar a quien no podía ni dar un paso, Eladio pasó de ser un sacristán postrado, a ser un personaje mítico con poder sobre la gente, muchos se le arrodillaban y le pedían la bendición. Las circunstancias y la fe  del pueblo hicieron que Eladio montara su propio negocio de curaciones, al margen del cura Pancho y de José del Carmen
Pasaron los meses y el dinero llegaba a Guiripa por muchas vías, ya no sólo era la radio, sino el Santo que lloraba y los prodigios curativos de Eladio, El Señor Obispo y Monseñor Manuel enterados de las irregularidades que se cometían explotando la buena fe de la gente enviaron una comisión al pueblo y se llevaron, bajo la protesta de toda la comunidad, el cuadro de San Miguel, José del Carmen también regresó con la comisión, a Eladio las autoridades lo trasladaron a un Sanatorio de los Teques, había acumulado una fortuna, al padre Pancho, también se lleno de billetes, lo nombraron cura de Casupal de la Montaña, un pueblo perdido en los montes de Guatopo.
Guiripa volvió a ser el “moridero” de siempre, un pueblo aburrido rodeado de cafetales, donde gente que fue ya no quería volver y los que vivían allí se querían ir, en busca de la emoción y la comodidad del mundo moderno.
José del Carmen, también logró algunos ahorros, gracias a los milagros de San Miguel, empezó su carrera universitaria de abogado en la cual se destacaría con el tiempo, llegando a ocupar cargos burocráticos de relevancia, Diputado, Senador, Diplomático, Ministro, pero estas aventuras y desventuras serán objeto de otros relatos.
CÚA 25  DE MARZO DEL 2007

     Día del Buen Ladrón

Comentarios