El Ferrocariil
- Manuel Monasterios
· En los valles del Tuy la calidad
de vida no es prioridad, ni para la dirigencia política, ni para el
gobierno nacional, ni para los gobiernos locales, ni para la sociedad civil. Nos estamos
acostumbrando a medio vivir y a morir en manos del hampa. Estamos viviendo el
peor período de nuestra historia.
Caracas en
su condición de capital de la República y de ciudad metropolitana prácticamente
se devoró todo el estrecho valle del Guaire, se extendió hacia los Altos
Mirandinos, el Eje Guarenas –Guatire y a los valles del Tuy. Caracas a pesar de
todos los planes en los últimos 70 años, tiene su peor debilidad en el factor
de improvisación que ha marcado un crecimiento, con una diversidad de
municipios desintegrados, a pesar de tener jurídicamente una Alcaldía
Metropolitana, hoy bloqueada por la híper-centralización del poder nacional,
interesado en controlar políticamente y no en el desarrollo armónico de la gran
ciudad.
Con relación al desarrollo de los valles del Tuy se
proyectó un plan de integración urbana mediante la incorporación de un
ferrocarril Cúa- Caracas, el cual permitiría una inclusión metropolitana que
evitara el impacto demográfico y sus
desastrosas consecuencias. Pero la realidad es que los planes quedaron en las
gavetas de los escritorios de algún Ministerio y sobre la marcha solo se hizo
el ferrocarril, sin los planes de desarrollo integral que la región requiere.
El impacto del ferrocarril sobre la región tuyera
ha sido devastador, sin fuentes de empleo, sin la agricultura y la cría
tradicional, con unas industrias menguadas, sin servicios públicos eficientes
para soportar el impacto de un desmesurado crecimiento, sin parques, sin
suficientes cupos escolares, sin aceptables servicios de salud, sin servicios
policiales que garanticen la seguridad ciudadana y con un parque automotor de
servicio público destartalado con más 30 años de obsolescencia, con una malla
vial colapsada, sin un plan de alimentación de transporte público para complementar
el servicio del ferrocarril, sin infraestructura deportiva y recreativa para
atender a una población creciente, Sin teatros, ni centros culturales, sin un
eficiente servicio de recolección de de residuos sólidos, Sin agua, sin
electricidad, sin plantas de tratamiento y disposición de aguas residuales,
todas caen al Tuy, con un impacto ambiental con descargas que terminan
contaminando las costas barloventeñas. Lo más grave sin desarrollar una visión
compartida de ciudad, sin desarrollar una cultura ciudadana, es imposible
hablar de una nueva ciudad, mucho menos de calidad de vida.
·
Las verdaderas ciudades, no los “vivideros”, imponen grandes desafíos a sus
líderes, no solo a los alcaldes, concejales y funcionarios con
competencia de planificación urbana, sino a toda la sociedad, al sector
privado, a los medios de comunicación, a las universidades, a las iglesias y
academias entre otros. Pero la responsabilidad técnica es de los planeadores,
urbanistas, diseñadores, arquitectos, administradores encargados de llevar a la
práctica las políticas que deberían conocer todos los habitantes de la región.
Esto no existe, no hay planes, se percibe improvisación, se siente en el
ambiente una gran apatía social y la desesperación por la escasez, por las
carencias, por la delincuencia desbordada, empoderada adueñada de los espacios
públicos y nos mantiene en estado de terror.
En el Tuy vivimos una situación de caos insoportable,
parece que nos hallamos en un estado de conformidad, nos acostumbramos a vivir
mal. Hay que generar esperanzas, esto no es normal, no puede ser que nos
acostumbremos vivir sin agua, sin seguridad, sin comida, sin medicinas, sin
recreación. Sin aseo urbano, con las calles invadidas de informalidad y basura,
una anarquía generada por el desorden, la desorganización del transporte, la
ausencia de paradas para autobuses, un caos urbano, SIN CALIDAD DE VIDA.
Somos los tuyeros una comunidad con historia,
tradición, cuna de venezolanos ilustres, hoy no somos felices, no podemos
seguir así, no merecemos estos padecimientos, tenemos aspiraciones de
transformación y la voluntad para lograrlo. Basta de excusas para justificar lo
injustificable o asumimos el desafío de cambiar o bajamos la santamaría.
Es una vergüenza pero es una verdad y hay que hacer algo urgente
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