El Nazareno de Cúa



                El Nazareno de Lecumberry
 
Procesión del Nazareno años 30
Tres Nazarenos sellan la Semana Mayor venezolana: EL Nazareno de San Pablo, El Nazareno de Achaguas y el Nazareno de Lecumberry.
                                           
Tres imágenes andaluzas de Jesús el Nazareno sufrido y paciente como el pueblo, sellan el devocionario popular venezolano desde la colonia hasta hoy: El Nazareno de San Pablo, hoy de Santa Teresa (Caracas), El Nazareno de Achaguas. (Estado Apure) y el Nazareno de Lecumberry en Cúa (Estado Miranda).
El Nazareno de San Pablo, hermosa talla andaluza que según la leyenda una vez terminado le habló a su tallador preguntándole:”Donde me has visto que tan perfecto me has hecho”. Fue traída en el siglo XVII pata la Capilla de San Pablo el Ermitaño, la cual estaba ubicada donde hoy está el Teatro Municipal. Este pequeño templo fue derribado por órdenes del General Antonio Guzmán Blanco, presidente de turno, para construir el teatro; cuenta la leyenda que la esposa del General, doña Ana Teresa Ibarra se le presentó el Nazareno en un sueño y le preguntó: “Dónde está mi iglesia” y tal fue la impresión que causó en la dama el sueño que influyó para que el General Guzmán, tratando de calmar la conciencia de Doña Ana Teresa ordenó la construcción de un enorme basílica en honor a las santas Ana y Teresa, donde se trasladó la imagen venerada del Nazareno.
También se cuenta que una gran epidemia de viruela que asoló a la recién fundada Santiago de León de Caracas en 1597, el Nazareno en procesión movió las ramas de un limonero que colgaba de una tapia y los devotos recogieron los frutos que cayeron y tomándolo como medicina alejaron la peste. Esta leyenda la recoge el Poeta Andrés Eloy Blanco en un hermoso poema El Limonero del Señor. La devoción caraqueña de viste de morado todos los jueves santos para rendir homenaje de fe a la más antigua creencia heredada de la tradición andaluza.


El Nazareno de Achaguas (Apure)
El Nazareno de Achaguas, estado Apure, imagen que la devoción de los llaneros ha convertido en uno de los centros de peregrinaje más importantes del interior de Venezuela, es una talla de origen andaluz, según cuenta la leyenda está íntimamente unida a la Batalla de Carabobo, pues el general José Antonio Páez, comandante de los ejércitos de Apure, antes de partir al desempeño militar de dicha batalla realizó una “promesa solemne”, si se lograba la victoria en el campo de batalla contra los ejércitos del rey de España comandado por el Mariscal La Torre, la promesa era dotar al templo de Achaguas de una imagen del Nazareno. Paradojas de la vida en 1833, el General Páez encarga al tallista español Merced Rada la imagen y esta es bendecida en el templo de Achaguas, con la presencia del Presidente de la Republica de turno General José Antonio Páez en el año de 1835. Desde ese año la devoción y los milagros, las promesas y los peregrinos agradecidos lenan cada miércoles santo el templo del pueblo llanero de Achaguas.

El Nazareno de la hacienda de Lecumberry, ubicado en Cúa, jurisdicción del Estado Miranda. En 1720 de acuerdo con el padrón elaborado por Don Pedro José de Olavarriaga, para Compañía Guipuzcoana conocido como :” Instrucción General y Particular del estado Presente de la provincia de Venezuela en los años 1720 y 1721”, dos canarios se destacaban como grandes propietarios de haciendas cacaoteras y de  esclavos en la jurisdicción del Partido del  Tuy arriba (hoy Cúa), Don Bernardo Rodríguez del Toro, quien alcanzó en marquesado en el año, quien posee en estos valles 524 fanegadas de tierra y 21.700 plantas cacaoteras y el orotavense ( canarias) caSebastián López de Castro quien poseía 12.000 árboles de cacao, las cuales fueron heredadas por su único hijo el capitán Sebastián López de Castro.
Don Bernardo establece capellanía en su hacienda Marín con la cooperación del resto de cosecheros y hacendados, aportan materiales y mano de obra esclava para construcción del pequeño templo de Santa Rosa de Marín, Don Bernardo dona la imagen de la patrona Santa Rosa de Lima, cada hacendado se compromete con la adquisición del resto de las imágenes de santos requeridos para el cabal y decente culto de acuerdo a las normas de la Santa Iglesia Católica, le correspondió a la capital Don Sebastián López de Castro la adquisición de la imagen del Nazareno, la cual trajeron de Andalucía, en aquella época en cada hacienda se tenía la licencia para la existencia de un oratorio privado al servicio y uso de los amos y su servidumbre, para cual cancelaban a la iglesia un aporte económico para la respectiva licencia.

Desde comienzos del siglo XVIII el Nazareno se encuentra en el oratorio de la hacienda Lecumberry y cada miércoles santo acompañado por su respectiva cofradía, recorre en procesión las calles, en principio del primer pueblo Santa Rosa de Marín y a partir de 1721 por las calles del nuevo poblado, ubicado en un desprendimiento de la misma hacienda conocida hoy como Lecumberry, área de terreno que pasó a manos de la iglesia en cancelación de un censo ( especie de hipoteca), entre la señora viuda del capitán López de Castro y el convento de la Inmaculada Concepción de Caracas, por un monto de 2000 pesos destinados a cubrir los gastos de la dote de su hija quien profesaría como monja. La división de la hacienda entre el nuevo poblado de Cúa y los nuevos propietarios entre ellos el señor Don Ignacio Lecumberry ( pariente del Libertador Simón Bolívar), a quien por cierto entabló querella por la propiedad de las minas de Aroa. Hoy la vieja hacienda transformada en Urbanización mantiene el nombre del hijo de un vasco que casó con mantuana.
La propiedad de la hacienda Lecumberry pasó del general Laureano Carballo a finales del Siglo XIX, comienzos del siglo XX a  manos de Don Elías Acosta, sus hijos, sus nietos y tataranietos, cuatro generaciones mantienen viva la tradición religiosa más antigua de los Valles del Tuy. Es quizás la única imagen de muchos templos en Venezuela que se mantiene todo el año en el oratorio de la vieja casona de hacienda y el día solemne del Miércoles Santo recorre las calles del pueblo, igual que hace 300 años atrás, visita el templo parroquial y en la noche regresa a su morada, siempre acompañada de miles de feligreses, en su mayoría promeseros vestidos de morado, llenos de fe Fe a quienes el Nazareno les hizo algún favor y ese día pagan, con sacrificios, rezos, velas, cargando el santo, acompañándolo en su recorrido anual. Así es la fe de nuestro pueblo, así se mantiene viva la tradición de mayor raigambre en el corazón de los cueños. Ojalá que nunca se acabe, que siempre los hijos de los hijos la conserven y la mejoren, con su organización. Cúa no es Cúa sin esa hermosa y venerada imagen, más de trescientos años lo confirman, es necesario revalorizar esta tradición, impulsarla con espiritualidad, comprendiendo que a través de ella llegamos directamente a nuestras más puras raíces de cueñidad.

Honor a quienes han mantenido esta tradición religiosa, igualmente a las demás sociedades de santos que existen en Cúa y en los Valles del Tuy, poco a poco daremos a conocer sus  hermosas y valiosas historias, para que las conozca  una sociedad huérfana de auténticos valores. Las procesiones no son una fiesta pagana para exaltar el mal, es la más auténtica de las manifestaciones de nuestra religiosidad tradicional, de nuestro mestizaje cultural y étnico.
Fotos: profesora Gladys Zambrano y Manuel Monasterios Fonseca
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