SABORES Y OLORES QUE NOS UNEN A NUESTRA TIERRA.

 

DON ANDRÈS BELLO NUESTRO PRIMER EXILIADO.



  A todos los que nos ha tocado vivir fuera de la patria hemos sentido la nostalgia y la necesidad de encontrar un sabor o un olor que nos lleve a la infancia, un recuerdo vivo que nos traslada a un pasado que añoramos. Esos recuerdos están allí y el tiempo no los puede borrar, solo hace falta un episodio que nos permita revivir el pasado perdido.

 El sabor y olor de una hallaca envuelta en sus hojas de plátano, un dulce de lechosa, un quesillo, el típico sabor del queso llanero, una empanda de cazón, el asado negro, los besos de coco o el sabor del Ponche Crema. Saborear un recuerdo se convierte en un momento de suma felicidad para quienes estamos en otras tierras.



 Don Andrés Bello (1781-1865), nuestro primer exiliado y expatriado, fundador de la Universidad de Chile y redactor del Código Civil chileno, de una Gramática para los americanos, un prócer, nos legó una identidad americana, muchas veces olvidado, tuvo varias experiencias que evidencian su nostalgia por Venezuela

"En 1864, cuando contaba con 82 años y vivía en Santiago de Chile, recibió una carta de su coterráneo Antonio Leocadio Guzmán. La misiva venía acompañada de algunos obsequios. En su respuesta, Bello se refirió particularmente acerca de uno de esos presentes:



“Entre aquellas muestras vino una que me fue particularmente agradable; un saco de café de la hacienda del Helechal, que durante algunos años fue propiedad mía y de mis hermanos, y en la guerra de la independencia pasó a otros dueños”.

Andrés Bello tenía ya más de cincuenta años de haber salido de Venezuela y no había podido regresar, aunque siempre tenía las imágenes de su país fermentando nostalgia en su mente.

Luego de redactar ese párrafo (me gusta creer que con una humeante taza de aquel café en sus manos), inmediatamente el recuerdo tomó las riendas de su razón y, con la emoción desbordada, escribió seguidamente, en la misma carta:

“Siempre que tomaba una taza de aquel exquisito café, me parecía que se renovaban en mí las impresiones y la perfumada atmósfera en que se produce, enlazadas con las pequeñas aventuras de la época más feliz de mi vida. Esta curiosa coincidencia fue para mí el asidero de emociones profundas, enlazadas con sucesos de la época más feliz y más crítica de mi vida”.

Al rato, Bello tachó y eliminó este nuevo párrafo. Imagino que la razón y la mesura volvieron a él y, enjugándose las lágrimas, prefirió la discreción y el recato a la confesión de sus felices años de infancia y juventud en Venezuela.

 

Bello murió un año después y nunca pudo cumplir su sueño de volver a su terruño. La memoria es una casa de abundantes puertas y cualquier olor, sonido o sabor sirven de llave a lo que creemos ya en el olvido. Bello supo describir esto a la perfección.

 Hay que estar lejos de nuestras querencias para poder apreciar lo unido que estamos a nuestra nacionalidad.

 FUENTES: EL DESAFÌO DE LA HISTORIA Nº 20

 DIEGO ROJAS. OPINIÒN CORREO DEL CARONÌ.

 

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