LAS DESIGUALDADES DEL SOCIALISMO IGUALITARIO.

 

LA GRAN BRECHA CADA DÌA ES MÀS ANCHA.



Es muy claro que tenemos 22 años viviendo los episodios más críticos de nuestra historia contemporánea, con el complemento de los dos últimos años de pandemia. Hemos acumulado una variedad de situaciones únicas y complejas, agravadas con un escenario de inmovilidad y una prospectiva de no retorno. La desaparición de la llamada clase media ha generado un impacto social desolador. Agregamos la ruptura y descomposición del tejido social, la profundización de la desigualdad social y de inequidad entre quienes tienen acceso a la burbuja dolarizada y quienes padecen de la dictadura del bolívar super devaluado, moneda prácticamente extinta. Es un impacto de exclusión bajo la prédica de un socialismo que siempre clama a nivel mundial por mayor justicia social, lucha anticorrupción y equidad, pero en la práctica no es más que la fabrica más eficaz de pobreza y de súbito enriquecimiento corrupto de una burocracia parasitaria y de quienes vegetan bajo su sombra.



 Desde hace algunos años Venezuela se alejó de las estadísticas confiables, todo depende la conveniencia del régimen y sus planes de propaganda para presentar siempre una imagen beneficiosa sus intereses políticos, sin tener ninguna relación con la verdad, lo que importa es el cómo se dice, no lo que se dice. Es lo que ellos llaman la posverdad.



 Las cifras que se dan sobre el COVID son dudosas, los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) no existe en ninguna agenda real de los organismos que le compete, hay propaganda para culpar del desastre que se padece a las medidas que se han tomado por la ausencia de legitimidad y violación de los DD.HH. En la agenda real de trabajo no hay interés en mejorar las condiciones de vida del venezolano, ni hay interés en proteger la naturaleza, ni en mejorar la calidad de la educación, de la salud, de los servicios públicos. Por lo menos no lo han demostrado, todo lo contrario, cada día hay más detrimento y se hace insostenible la vida del venezolano, por esa razón más de seis millones se han desplazado a otros países.

 El problema de la pobreza y del hambre se han convertido en un reto imposible de superar, alejado de los compromisos del milenio, a los cuales los constituyentes de 1999 le dieron categoría constitucional. Todo lo que venía mal en los últimos años del milenio pasado simplemente el socialismo del siglo XXI lo empeoró, en los últimos 15 años. Las cifras de venezolanos que se acuestan sin comer aumentan cada vez, pero hay un silencio para desconocer la cruda verdad, los niños que mueren por falta de atención médica igualmente quienes padecen de enfermedades crónicas. La calidad de la educación con maestros y profesores con sueldos miserables, las instalaciones sin mantenimiento, sin comedores escolares, ni meriendas, sin internet y sin estadísticas. El presente es caótico y el futuro solo genera la certidumbre de un empeoramiento, la situación se agrava y permea a las naciones vecinas.  La famosa agenda del 2030 solo es una crueldad masoquista, una burla imposible de alcanzar, una farsa propagandística.

 Es de hacer notar que durante los primeros años del chavismo hubo un relativo progreso en cuanto a la disminución de pobreza, pero a partir de la llegada de Maduro y del desplome de PDVSA solo aumentan las brechas entre una mayoría en pobreza creciente y una super minoría en opulencia y lujos. Incluso la brecha entre mujeres y hombres crece, a pesar del uso de un lenguaje ridículamente inclusivo.



 La radiografía de la Venezuela de hoy evidencia una grieta que cada día se hace más ancha en la sociedad, una distancia inmensa entre pobres y privilegiados. Hay pobreza, inequidad, desigualdad. El socialismo agudizó los problemas de una sociedad que ya venía mal. El remedio que se buscó en 1999 fue peor que la enfermedad. Una propaganda engañosa para millones que ha sido estafados en su buena fe.

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