LO QUE PIDO ES QUE ME PONGAN DONDE “HAIGA”
Esa es una frase del
siglo XIX venezolano, donde no había mucho, sino necesidades y pobreza, pero
ese dicho con su periclitada “haiga” (1) es el reflejo
de una cultura que se ha potenciado con la revolución socialista del siglo XIX.
Ahora después de 22
años de corrupción desbocada y grosera, de pobres de solemnidad convertidos en
potentados, con símbolos visibles e impúdicos de su nueva riqueza, les ha dado
la ventolera de combatir con efectos publicitarios a la mini-corrupciòn,
aquella que llamaba el Dr. Gonzalo Barrios, “los roba gallina”.
La inquisición revolucionaria
ha puesto su vista en algunos mafiosos locales, pero cómo explican el modo de
vida de militares y civiles que ostentan y destacan egresos que están a kilómetros
de distancia de sus salarios oficiales, como hacen para comprar camionetas
importadas, para pasar de una residencia ubicada en la barriada popular de
Catia o El Valle a la Lagunita o al Country Club. Los símbolos de un nivel de
vida que no tienen relación con los ingresos oficiales es una presunción de corrupción
que un país serio y manejado con honestidad amerita una investigación, pero esa
realidad no se toca porque tendrían que fabricar nuevos calabozos, pocos son
los altos funcionarios que están libres de ese pecado; el cual es un mal
ejemplo que siguen los perseguidos hoy por tráfico de sustancias dañinas a la
vida sana.
La corrupción no es un problema exclusivo de los políticos o
del Estado, quizás la falta de honestidad en el manejo de los recursos públicos
no sea otra cosa que un reflejo de lo que somos como sociedad. Hay una cultura
que promueve los actos de corrupción. Las personas son corruptas en la medida
de sus posibilidades, y para comprobarlo solo basta con observar un día normal
en alguna calle de cualquier ciudad. Actos sencillos de la vida cotidiana tiene
su dosis de corrupción cultural. La “rosca” de privilegios y canonjías, el
buscar una atención rápida en un trámite, no respetar el orden en las colas, el
pasar los semáforos en rojo, como se dice popularmente: A nadie le amarga lo
dulce”.
El problema entonces
no es solo de los políticos, aunque por su responsabilidad deben dar buen
ejemplo, es un problema de la cultura de una sociedad tolerante y permisiva con
la corrupción. Jamás vamos a eliminar la corrupción en el sector público si
primero no cambiamos la cultura. Si no
se aplican leyes de cero tolerancias y de rechazo social del corrupto. No es
con una persecución a los corruptos y traficantes de bajo volumen como se puede
cambiar esa cultura, además es necesario tener “autoritas”, es decir la autoridad
moral para frenar un saqueo que sigue vigente a nivel nacional.
La corrupción es un
grave problema, hay que darle la importancia que tiene, pero esperar que los
malandros van a convertirnos en un pueblo honrado es como esperar que un árbol de
mango nos pueda dar manzanas.
La lucha anticorrupción
si es sincera debe empezar por las cabezas y eso es imposible, seguirán algunos
“chivos expiatorios” para hacer publicidad de santidad, pero no podemos olvidar
los cárteles de los tribunales norteamericanos con el SE BUSCA Y LA RESPECTIVA RECOMPENSA
POR LA CABEZA DE LOS CORRUPTOS.
Es que somos tan
tolerantes que nos olvidamos de lo medular.
Nota 1: "Haiga" es una forma verbal del castellano antiguo que ha
pervivido en muchas zonas del mundo hispánico sobre todo en el ámbito
rural".
"2- (Transparencia Venezuela, 23/1/ 2020) Venezuela es el país con mayor Índice de Percepción de Corrupción (IPC) en América y el Caribe, y ocupó el quinto lugar en el mundo en 2019, según el estudio publicado este jueves por Transparencia Internacional en Berlín.
La medición basada en una escala de 0 a 100 puntos, donde cero es el peor desempeño en los esfuerzos de los países en la lucha contra la corrupción, Venezuela obtuvo apenas 16. El bajo rendimiento de la nación suramericana solo está por encima de países como Somalia, Sudán del Sur, Siria y Yemen con puntuaciones de 9, 12, 13 y 15, respectivamente.
En el Índice de Percepción de la Corrupción 2018, Venezuela ocupaba el lugar 168entre 180 países, y el registro en 2019 lo lleva a la casilla 176, con una caída de 8 puestos, que muestra el pobre desempeño anticorrupción del gobierno de Nicolás Maduro. El IPC 2018 concluía que mientras la corrupción se mantuviera sin control, la democracia estaría amenazada en todo el mundo, por lo que el índice 2019 también expresa una agudización de la crisis en el sistema político venezolano.
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