REFUNDAR LA REPÙBLICA Y NO QUEDAN NI LOS VIDRIOS.

 

 UNA NACIÒN QUE FUE Y DOS DÈCADAS PERDIDAS.



La incapacidad y la corrupción erigida en supremo sistema de gobierno.

  Solo en una mentalidad dislocada por el fanatismo puede aplaudir la destrucción institucional y la demolición de la fuerza económica de una nación productora de petróleo. Se planteó lo de siempre:” Refundar la República” y no quedan ni los vidrios rotos. Bastaron dos décadas para demoler una formidable nación.

 El desconocimiento de los más elementales procedimientos administrativos en toda una generación que llegó al poder por la audacia que auspicia la ignorancia, llevó al poder a una legión de militares y civiles, cuyo único distintivo grabado en la frente era el fracaso seguro y la riqueza fácil.



 Cualquier chófer de autobús llega a ocupar la primera magistratura, un individuo con un prontuario se convierte en administrador de la justicia y las leyes. Lustrabotas y parqueadores de autos se hacen diputados para legislar el marco jurídico de una república agonizante. Picaros se hacen amos, dueños y señores, los nuevos “grandes cacaos”, los “Bolichicos del siglo XXI”

 Es imposible esperar que todo ese lastre de barbarie albañalera  hubiese hecho algo bueno por ese país, se tendría que revisar los fundamentos del mundo civilizado para encontrar alguna razón a esta historia de locura. Al entronizarse la bestialidad política como norma de vida, uso y costumbre para que se necesitan universidades, escuelas superiores del pensamiento, laboratorios experimentales de innovación, si un equipo de ignaros hace y deshace durante dos décadas convirtiendo una nación en un estropajo en estado de escombros y no pasa nada, ni hay fuerza, ni razón para poner fin a este infierno.

 Si el militarismo tecnocrático de la dictadura desarrollista se simboliza por un tractor (Bull dozer) para construcción de una nación moderna, el mismo tractor (Bull dozer) se utilizó por dos décadas para la “Refundación de la república” para imponer un desorden comunitario, tumultuoso, violento y cruel, para no dejar ni el recuerdo de lo significa las palabras orden, paz y prosperidad. Es la política de José Tomàs Boves “tierra arrasada” y saqueo total. Técnica militar de los comandantes de no dejar por donde    pasan ni el recuerdo, al estilo de Atila. Basta con tomar lo que fue la autopista de oriente y pretender llegar a la isla de Margarita para comprobar el estado de desolación y ruina que padece el país. Enumerar la destrucción del sistema de ferry, la aviación civil, las carreteras, los puertos, el comercio del puerto libre, transitar por los bulevares y las avenidas 4 de mayo y Mariño de Porlamar. No fue el Tirano Aguirre. Es como volver a vivir las guerras de 1814, sin Atoñanzas, ni Morales, sin Boves pero con su espíritu de odio en la piel y en pleno siglo XXI. Se necesita no tener memoria, ni amor por nuestra tierra para no sentir nauseas y un profundo desconcierto que nos arruga el corazón y nos obliga a llorar.



 Será que esta Tierra de Gracia no tiene dolientes. Què daño tan grande estamos pagando.

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